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    Tres anuncios en las afueras
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Tres anuncios en las afueras

    América en la distancia

    por Carlos Losilla

    ¿De verdad necesitábamos otra película sobre la América profunda, sobre agentes de la ley perezosos e indolentes, sobre poblachos dejados de la mano de dios, sobre violencias desatadas y cotidianidades absurdas? ¿De verdad hacía falta otro Fargo, y lo digo por las comparaciones que se están haciendo entre esta última película de Martin McDonagh y ciertos trabajos de los hermanos Coen? No, claro que no, pero es que Tres anuncios en las afueras no es eso, ni mucho menos. Ya el título original señala el camino (y nunca mejor dicho). Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, ¿no les parece el título de una instalación artística, más que de una película? Y el modo en que el cineasta filma esos tres carteles avala esta intuición: tres avisos, tres amenazas en forma de valla publicitaria que aparecen de la noche a la mañana en la carretera que conduce a una ciudad de mala muerte del Medio Oeste americano, en medio de una zona desértica, fantasmal, bañada en una luz irreal. Tres admoniciones que anuncian el espanto: una joven murió asesinada en esa zona y –según su madre, la que ha pagado tan macabra publicidad— el sheriff no hizo nada para averiguar lo sucedido.

    Por supuesto, a partir de ahí se despliega todo un arsenal de personajes y situaciones que lleva a pensar en los Coen y en toda esa tradición del cine americano. El sheriff y sus ayudantes, entre los cuales se cuenta un psicópata irrecuperable, pegado a las faldas de su madre, pero no por ello menos bravucón y pendenciero. O el encargado de la agencia que ha puesto los carteles, un joven que lo mira todo desde la distancia, desde su papel de observador un tanto frío de la situación. Pero, a poco que se conozca el cine de Martin McDonagh, es de prever que todo eso se convierta en algo distinto. McDonagh, como es bien sabido, es un autor teatral irlandés que, en un momento dado, empieza a interesarse por el cine y filma Escondidos en Brujas, película ya de culto, y luego Siete psicópatas, otra que tal. Y no es de extrañar, entonces, que sus películas sean las de un cinéfilo que, sin embargo, no puede dejar de introducir un toque teatral en sus propuestas cinematográficas: tanto Escondidos en Brujas como Siete psicópatas son películas que transcurren en exteriores pero no dejan de transmitir una sensación ferozmente claustrofóbica, ya sea desde una ciudad europea que se convierte en un laberinto para los personajes atrapados en ella (Escondidos en Brujas); ya sea desde el desierto de Los Ángeles, gran espacio en cuyo interior no cesan de pulular, como si no pudieran salir de allí, una serie de arquetipos del cine de gángsters (Siete psicópatas), adecuada metáfora sobre el destino del cine clásico. En Tres anuncios…, esa estrategia se hace aún más compleja. Desde esa carretera desolada, desde los carteles ominosos, accedemos a varios lugares que se convierten en pequeños teatros de la locura, de la venganza, pero también de la necesidad de la reconciliación, que acaba siendo la postura de McDonagh en plena América de Trump. En la comisaría, en la oficina de la agencia, en la casa de la mujer vengadora o de los agentes inculpados, se recrean siniestros escenarios del odio y el miedo que actúan a modo de huis clos casi sartreanos, capaces de transplantar la cultura europea que acarrea McDonagh al corazón de la América más oculta. Y es esa red de espacios la que diferencia Tres anuncios… de cualquier otro acercamiento al tema desde el inconsciente americano. Pues esta última película de Martin McDonagh renuncia a todo tipo de realismo para acceder a un estilo mucho más amplio: todo tiene el aspecto de una fantasía, aquella que un artista europeo se hace del imaginario americano para poder representarlo desde otro punto de vista, quizá más externo, pero también distinto.

    A favor: Casi todo, pero en especial Sam Rockwell en otro de sus papeles psicotrónicos, sin duda uno de los mejores actores de su generación.

    En contra: Que la reduzcamos a otro thriller rural cuando no es eso, o no solo eso.

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