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    Medidas extremas
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Medidas extremas

    La mediocridad frente al abismo

    por Carlos Losilla

    La primera película del islandés Baltasar Kormákur, 101 Reykjavic (2000), quiso revelarlo como un auteur sensible e íntimo, interesado por la vida cotidiana y la realidad de su país. Su deriva posterior, sin embargo, lo llevó hacia un cine muy distinto e incluso a Hollywood, donde ha firmado anodinos thrillers protagonizados por Mark Whalberg, Denzel Washington y otras estrellas más o menos errantes del cine americano reciente. No es el único caso, me dirán, y menos en el contexto de las cinematografías del norte de Europa, cuyos profesionales están dotados por lo general de gran competencia técnica y un fluido dominio del inglés. Sin embargo, Kormákur es otra cosa. Por un lado, siempre ha acabado regresando a su país, sea para implicarse en proyectos más personales o para participar en series autóctonas. Por otro, esos retornos, por lo general, han significado igualmente su vuelta a un cine más intimista, más personal también, que alcanza su culminación en una película extraña y desconcertante, The Deep (2012), que empieza como un retablo costumbrista sobre un pueblecito costero islandés y termina como una parábola sobre la heroicidad y la superación, sin duda su mejor trabajo hasta la fecha. Medidas extremas, su último largo, supone un nuevo regreso al hogar en forma de thriller, y también una interrogación sobre el propio papel de Kormákur como cineasta en este universo globalizado. 

    En efecto, la película está producida, escrita, dirigida y protagonizada por el propio Kormákur, lo que sugiere un nivel insólito de implicación en este tipo de films. Y ello no es en absoluto extraño, pues el cineasta interpreta a un padre receloso, posesivo, obsesionado con apartar a su hija del submundo de la pequeña delincuencia de Reikjiavic, por el que ella se siente fascinada a través de su novio, un joven arisco que trapichea con drogas, y en cuyo entorno tenebroso él conocerá igualmente su lado más oscuro. Por supuesto, Medidas extremas pretende ser una parábola moral que tomaría como inspiración algunas películas de Schrader o Scorsese: ¿hasta dónde somos capaces de llegar para defender nuestro modo de vida? ¿Podemos incluso asumir la transgresión para mantener el statu quo? Kormákur otorga a su película, con este fin, un look frío y metálico, una presunta sobriedad estilística y narrativa que le concede una apariencia seca y cortante. Pero bajo estas formas se oculta una superficialidad que tiene más que ver con su interpretación del padre agobiado que con sus ínfulas discursivas. No es un buen actor, y tampoco sabe dar vida al dilema que plantea la película. Y esa inanidad se traspasa a las imágenes, finalmente encorsetadas en una linealidad tan tediosa como el ambiente que intenta describir. Como película de suspense tradicional, Medidas extremas está demasiado pendiente de sus referentes hollywoodienses como para ofrecer algo mínimamente original o personal. Y como reinterpretación europea del género, su presunta abstracción impide que su desarrollo contenga la fuerza necesaria como para intrigar o simplemente interesar. 

    Queda lo dicho, no obstante, quizá como añadido extracinematográfico. La confusión de Kormákur, en su papel de padre desorientado y en su condición de cineasta transnacional que intenta dotar de una cierta originalidad a su trabajo, se traslada a la propia película, que se presenta como un producto extraño, a medio camino de todo tanto en formas como en contenidos. Y que, por si fuera poco, cuenta la historia de un hombre cuyo deseo más íntimo parece ser llevar su vida cotidiana por caminos más excitantes, como si el propio Kormákur soñara igualmente con otro tipo de cine o lo quisiera integrar en el que hace. Por ahora, su carrera es errática y dubitativa, pero ello no quiere decir que debamos perderle la pista. Al contrario, en cualquier momento puede (re)surgir con una propuesta que vaya más allá de todo lo que ha hecho hasta ahora, incluido The Deep

    A favor: Su condición más o menos marciana, al estilo Kormákur. 

    En contra: Que nunca se atreva a ir más allá en ese sentido.

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