Desde el inicial logo de Marvel hasta el mismisimo final de los créditos, 'Guardianes de la Galaxia Vol. 3' muestra su núcleo, su misión y su propósito: transmitir un amor gigantesco e inabarcable por este grupo de mataos por los que nadie daba ni un duro hasta que, en 2014, James Gunn dio un puñetazo sobre la mesa con una Guardianes de la Galaxia que, si bien surgía a rebufo de la extremadamente exitosa 'Los Vengadores', conseguía encontrar su propia voz gracias a su tan característico humor y a sus peculiares personajes.
James Gunn ama a estos personajes, y lo transmite en todo momento, haciendo que todos y cada uno de ellos alcance su máximo potencial como seres humanos, y a su vez otorgando a cada uno su muy merecida catarsis emocional, muy necesaria al final de una trilogía, pero también tras todo lo que han padecido a lo largo de sus aventuras. Quill superando la muerte de Gamora (y a su vez la de todos aquellos a los que ha perdido por el camino), Drax abrazando su rol de padre, Mantis descubriendo su necesidad de independencia... Todos esos momentos se sienten como el colofón preciso y necesario a cada uno de los arcos emocionales previamente establecidos, incluso si algunos de ellos llegaron a modo de bola curva lanzada por unos hermanos Russo que quizá se tomaron más libertades de las necesarias en su binomio Infinity War/Endgame.
James Gunn también ama la aventura y la comedia, lo que convierte a esta película en una increíble contradicción andante, pues además de la película más oscura y sombria de la trilogia, también es la más cómica y emocionante a un nivel puramente lúdico, con algunas de las set-pieces más increíbles de todo el Universo Cinematográfico de Marvel, y un largo plano secuencia que ya tiene su hueco entre las escenas de acción más impresionantes del género. Se nota sobre todo, tanto en la acción como en la comedia, el efecto que 'The Suicide Squad' y 'Peacemaker' han tenido en la forma de dirigir de James Gunn, que en esta película alarga sus gags hasta el absurdo, como ya pudimos ver en esas largas conversaciones que John Cena mantenía con Vigilante, Economos y compañía. Como ocurría allí, quizá no todas las bromas lleguen a calar en todo el mundo, pero es un estilo tan desatado que es dificil no congeniar con él en muchas ocasiones.
Y si hay algo que James Gunn ama, por encima de todo, es la música. En 'Guardianes de la Galaxia' ya daba buenas muestras de su excelente uso de lo que llamamos "The Needle Drop", y eso aquí se expande, no solo por el importante papel que juega la música en la historia y los personajes, sino por el tremendo mérito que tiene utilizar algunas canciones quemadas hasta el hartazgo en la cultura popular, y aun asi conseguir que sus escenas te lleguen, ignorando por completo el cinismo que podría aquejar al espectador más desencantado.
Y es que así es la obra de James Gunn. A base de puro corazón, amor por sus personajes y buen hacer, sus películas consiguen que todo de igual, y simplemente entres en el viaje, más allá de cualquier tipo de prejuicio que puedas albergar antes de entrar a la sala de cine. Si de algo podemos estar seguros, es de que Superman Legacy está en muy buenas manos.
Pero James Gunn también odia. Odia a las figuras paternas negligentes, odia a los nazis y, por encima de todo, se odia a sí mismo. Por lo tanto, es lógico que el Guardian de la Galaxia con el que más se identifica sea Rocket, el Mapache.
Rocket se odia a sí mismo por encima de todas las cosas. Esa fachada de borde, borracho y belicoso no es más que un muro que busca alejar a la gente que se le acerca. Es alguien que, en sus propias palabras, no pidió nacer. Pero esa frase, que antes parecía un simple reflejo de su depresión, cobra un nuevo significado en 'Guardianes de la Galaxia Volumen 3', donde conocemos su oscuro pasado, lleno de tortura, tristeza y tragedia. El punto distintivo es que, lejos de ser un instrumento para arrancar lágrimas al espectador más sensible, dicha tragedia se utiliza para construir a Rocket como una figura heroica más grande que la vida, culminando su viaje con una completa aceptación de sí mismo, todo en contraposición a ese notabilísimo villano que tenemos en el Alto Evolucionador, uno de esos casos en los que la figura antagónica no está ahí para que empatices con ella, sino para que la odies un poco más cada vez que aparece en pantalla.
Y algo que también debe odiar James Gunn es al público conservador estadounidense, caracterizado por sus prejuicios y mojigateria. Sería un odio comprensible, dado que fue ese público el que causó que fuera despedido de Marvel Studios en 2018, bajo el pretexto de una supuesta polémica que ni era reciente, ni era para tanto. Un lustro después, Gunn ha podido acabar sus Guardianes, y ha vuelto a ser atacado por grupos de ese público conservador, ya que, al parecer, 'Guardianes de la Galaxia Vol. 3' es una película demasiado oscura y sombría. Y sin duda lo es. El pasado de Rocket es verdaderamente traumático, y la forma en la que Gunn consigue estirar el PG-13 para lograr estampas violentas e incluso a veces directamente gore es envidiable, como un personaje arrancando la piel de la cara a otro. Rivaliza con 'Doctor Strange: Multiverse of Madness' en este aspecto, y esto son palabras mayores. Pero también es cierto que el arte debe madurar junto a su audiencia, y las tres películas de los Guardianes han hecho exactamente eso a lo largo del tiempo, con una primera entrega divertidisima y festiva a pesar de su subtexto dramático, una segunda entrega donde la comedia bufa se mezclaba con el más puro drama de personajes, y esta tercera, donde la acción y la aventura se encuentran siempre dirigidas por el eje dramático de la trama y sus personajes.
En resumidas cuentas, 'Guardianes de la Galaxia Vol. 3' es una obra maestra. Es una película que no solo consigue que olvides la convulsa situación que atraviesa el Universo Cinematográfico de Marvel en estos momentos, sino que ni siquiera pase por tu cabeza la idea de que esto al fin y al cabo es un producto de doscientos millones de dólares para vender muñecos, como si podría ocurrir con la atroz y reciente 'Ant Man & The Wasp: Quantumania'. Todo gracias a la excelente factura de todos sus apartados, pero también al profundísimo amor que Gunn y todo su equipo profesan hacia unos personajes que hace una década no conocía nadie, y sin los que nadie podría vivir a dia de hoy.
Quizá esa es la clave de la tan cacareada fatiga de los superheroes. El público no está cansado de estas películas, solo de aquellas hechas sin ganas ni amor. Sin duda, la vida, el arte y el mundo serian mejores si todos pusieramos un poco más de amor en todo lo que hacemos, y creo que Gunn estaría de acuerdo con esta afirmación.
Huelga decir que quiero entrar en el sorteo de un pack de 'merchandising' de Guardianes. Porque sí hay algo que amo más que el cine, son las cosas gratis.