GUARDIANES DE LA GALAXIA VOL.3: MOREAU RELOADED
Si hay algo que no se puede negar es que James Gunn es un tipo inteligente, lo suficiente como para saber que, en su despedida de Guardianes de la Galaxia y, por ende, del MCU, no podía fallar. Y, para ello, nada mejor que apostar sobre seguro cogiendo el argumento de todo un reputado clásico de la ciencia ficción como es La isla del dr. Moreau de H. G. Wells, que ya ha sido adaptado varias veces al cine (así a vuelapluma vienen a la mente una versión de los años 30 con Charles Laughton y Bela Lugosi; otra de los 70 con Burt Lancaster y Michael York y otra en los 90 con Marlon Brando, Val Kilmer y David Thewlis), y adaptarlo a su particular universo galáctico.
Para ello, no duda en reconvertir al Alto Evolucionador en todo un mad doctor sádico, desquiciado y bastante pasado de rosca, al más puro estilo de los de la cf de la Universal de los años 30 y 40, como Frankenstein, el Gogol de Las manos de Orlac, el Dr. Cyclops o, muy especialmente, el mencionado Moreau (con su afición a infligir dolor a los animalitos para hacerlos más humanos), y convertir la Contra-Tierra en un remedo de la famosa isla del doctor wellesiano llena de extraños híbridos humanos y animales.
Unamos todo eso con una fórmula romántica de contrastado éxito y que nunca falla como es la de chico-encuentra-chica/chico-pierde-chica/chico-reencuentra-chica y, si a esa trama amorosa, le añadimos, además, el elemento de la pérdida de memoria de una de las dos partes de la pareja, algo también muy clásico y muy recurrido últimamente (recordemos lo que pasa en Animales extraordinarios y cómo encontrarlos o Spiderman No Way Home), ya tenemos casi asegurado el éxito.
Da en el clavo también James Gunn al convertir en el eje y centro de la película no a Starlord (que aquí queda mucho más desdibujado y en segundo plano), sino a Rocket, sin duda el personaje más interesante y carismático de la trilogía (y eso que aquí no podemos disfrutar de la voz original de Bradley Cooper).
Sin embargo, no todo son aciertos en esta película: la duración, dos horas y media, es, a todas luces, excesiva y todas las escenas están exagerada e innecesariamente alargadas, con lo que el ritmo se resiente en demasiados momentos. Cuando el amigo con el que vas al cine te dice que tiene que ausentarse para ir a aliviar la vejiga y, al volver al cabo de cinco minutos, te pregunta “¿Qué me he perdido?” y la respuesta es “Nada”, maaalo.
Añadamos a ello los repetitivos chistes a costa de la simpleza de Drax, que ya están bastante gastados (y un chiste repetido demasiadas veces acaba perdiendo la gracia), y un uso abusivo de la música y de las escenas a cámara lenta para tratar de conseguir un aumento impostado de la emotividad que, por lo menos en mi caso, no ha surtido nada de efecto, sino todo lo contrario. Y es que aún falta mucho para que una criaturita peluda digital, por muy bien hecha que esté y mona que sea, logre emocionarme más que una persona de carne y hueso como para hacerme soltar unas lagrimitas. No, lo siento.
Afortunadamente, las escenas de acción están bien rodadas, hay un buen rosario de exóticos escenarios y criaturas como para despertar el sentido de la maravilla y los efectos especiales CGI son mucho más competentes que en cualquiera de las últimas producciones Marvel que hemos visto de la llamada Fase 4, con lo que todos los defectos mencionados quedan ampliamente compensados.
¿Es la mejor de la trilogía? Mejor que la segunda, sin duda y, si no hubiera estado tan pasada de metraje, probablemente también sería mejor que la primera pero, tal como está, yo me sigo quedando con el dinamismo y la grata sorpresa que supuso el volumen 1, sobre todo porque no esperábamos nada de ella.
En cualquier caso, una película notable (aunque no sobresaliente), un entretenimiento digno y, probablemente, la mejor película del género superheroico que hemos visto en el último par de años.
Por cierto, y ya que estamos: Quiero entrar en el sorteo de un pack de merchandising de Guardianes.