Qué lejos estamos de la primeriza ‘Slither’ (2006), donde James Gunn mostraba sin tapujos algunos de los costumbres y manierismos que le marcarían en su carrera. Empezando por contar con sus actores fetiche desde el minuto uno: Nathan Fillion, Michael Rooker, Jenna Fischer (que por entonces era su pareja), etc y pasando por usar la provocación como impronta, mezclando ciencia ficción, horror y comedia para formular la película de gusanos más gamberra posible… Llegamos a Guardianes de la Galaxia Vol. 3, nada menos que 17 años después, en los que su madurez como director pasa por no renunciar a sus tropos, sino adaptarlos como la base en su forma de hacer cine e ir en cada uno de sus estrenos siempre un paso más allá.
Gunn mantiene a sus personas de confianza cerca, aunque sea a modo de cameo. Casi dos décadas después, tanto Fillon, como Rooker (de un modo muy breve pero emotivo), Jennifer Holland, su actual pareja (que ya acumula tres apariciones en la filmografía del director) se complementan con su hermano Sean y hasta “Eagly”, el águila de la exitosa ‘Peacemaker’, forman parte de su curiosa troupe de confianza, el equipo que le sigue acompañando hasta esta entrega, autoralmente la más ambiciosa de la trilogía. Incluso uno de los puntos más fuertes de la cinta, el Alto Evolucionador, lo interpreta Chukwudi Iwuji, que también fue antagonista en Peacemaker y que aquí personifica a un villano construido de tal manera que la demostración de su poder no impacta ni la mitad que sus actos individuales, presentados en primera plana, en contraste con lo que solemos ver en películas del género de superhéroes.
Si hablamos del segundo punto que demuestra la carrera de Gunn desde 'Slither', la provocación, no es sorpresa que siga conformando su estilo tantos años después. Lo que sí maravilla es ese compromiso con la autoría y la búsqueda permanente por la creatividad, en una entrega en la que no faltan (ni fallan) la gran mayoría de puntos comunes en la filmografía del director.
La virtud que suma James Gunn en el volumen final de su trilogía es la valentía: por huir de complejos a la hora de sobreexponer tramas pasadas en pos de seguir el canon de un universo compartido a la vez que reafirmar la idiosincrasia propia de la trilogía, siendo consciente del target y de lo que cuesta cargar al espectador con tanta información previa. Por ofrecer una historia propia de esa entrega, centrándose única y exclusivamente en cerrar su trilogía, sin necesidad de venir con los deberes hechos de casa. Por adaptar la cinta al UCM revalorizando las apariciones de sus personajes en anteriores bazas, como las participaciones de Rocket y Nébula en Vengadores: Endgame, aportando una sobriedad fuera de lo común en la pasada fase, centrada únicamente en sembrar semillas para el futuro. Por ver a un autor identificándose en la historia central de su película (James Gunn diciendo directamente que asocia su identidad a la de Rocket, al que se equivala abiertamente). Por incluir referentes sin tapujos como los trajes espaciales basados en cierta película de Kubrick, sus múltiples referencias a la ciencia ficción y al terror (que darían para otro artículo completo)... Por apostar por la inclusión de las criaturas, especies y conceptos más variopintos vistos hace mucho tiempo, además con los efectos prácticos como bandera, incluso en tiempos de multiversos en los que todo es potencialmente posible. Por lograr un cierre de personajes envidiable para cualquier película de este universo superheroico, en el que recordemos que comenzaron como los underdogs por excelencia, logrando un poso emocional en el espectador sin necesidad de estridencias.
Pero, sobre todo, por apostar por una tercera parte de una trilogía surgida puramente de la visión propia, ya que, como dijo otro autor que algo sabe del séptimo arte, Martin Scorsese, “lo más personal es lo más creativo”.