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    Borg McEnroe. La película
    Críticas
    3,5
    Buena
    Borg McEnroe. La película

    El partido de la vida

    por Israel Paredes

    Borg vs McEnroe, dirigida por Janus Metz Pederseri, arranca con una cita del tenista Andre Agassi: “El tenis usa el lenguaje de la vida: ventaja, servicio, fallo, ruptura, amor... cada partido es un partido en miniatura”, declaración de principios de lo que desarrolla una película que toma como centro narrativo la final masculina de Wimbledon de 1980 que enfrentó al tenista sueco Björn Borg (Sverrir Gudnason) y al norteamericano John McEnroe (Shia LaBeouf); para el primero era la posibilidad de conseguir su quinto título consecutivo, para el segundo, el primero.

    Metz Pedersen, a partir del guion de Ronnie Sandahl, presenta en Borg vs McEnroe una película fragmentada y dividida en dos líneas convergentes de acercamiento a los dos personajes para ir trazando, mediante algunos flashbacks, un retrato psicológico de ambos que, poco a poco, va tomando un tono y un ritmo cercano al thriller. Mientras Borg se encuentra en lo más alto de su carrera, reconocido como el mejor tenista del mundo en ese momento, el joven McEnroe se postura para ocupar su lugar. Mientras el tenista sueco muestra su caballerosidad y un temple contenido y frío, el norteamericano, todo es efusividad y disputa, un espectáculo en la pista por sus protestas e insultos, que hacen de una figura controvertida rechazada por los espectadores. Dos caracteres opuestos, pero solo en apariencia: la película se encarga de desarrollar el proceso por el cual Borg logró controlar su mal temperamento, tanto que acabó convirtiéndose en una persona maniática, meticulosa hasta la obsesión. En gran medida, McEnroe es su reflejo de juventud. De ahí el miedo a que pueda destronarlo.

    Borg vs McEnroe desarrolla a ambos personajes para que lo expuesto tenga su eclosión en la pista durante el partido, entendiendo éste como una extensión de sus vidas, como el espacio en el que se debaten sus miedos y sus anhelos, donde su forma de ser encuentra sentido total a su día a día. Metz Pedersen, más allá de adecuarse al guion, busca transmitir todo lo anterior mediante un trabajo visual que remite en su aspecto granulado a la época en cuestión a modo de contextualización visual sin caer en el pastiche. Hay algo sucio en la imagen, a pesar de su elegancia, que puede crear cierta distancia, como lo hace también el tono y el tipo de acercamiento, frío y observacional, hacia los dos personajes. Con más énfasis en Borg que en McEnroe, la película transita por su presente durante el campeonato hasta la final para trazar, mediante breves viñetas del pasado, su camino hacia lo más alto, uno para consolidar su leyenda en vida, el otro en busca de ocupar su lugar.

    Como decíamos, poco a poco la película parece transitar hacia una suerte de thriller psicológico: aunque el espectador pueda saber quién ganó finalmente la final de 1980, lo relevante no es tanto su resolución en la cancha como ver a ambos tenistas variar durante el partido, transformarse, resistir, pelear más con su interior que con el adversario. Metz Pedersen crea un buen sentido de la tensión a este respecto y opta por una puesta en escena basada, igualmente que el resto de la película, en una diversidad de ángulos y de puntos de vista que no solo otorgan energía a la historia, también plantea la imposibilidad de acercarse a ambos personajes desde una mirada única. Así, desde lo oblicuo, en el fondo, tanto Borg como McEnroe, aparecen como dos seres ensimismados, obsesionados con ganar y ser los mejores, cada uno con un estilo, pero con un fin último que comparten. Después de aquello, no en vano, se convirtieron en amigos íntimos. Al fin y al cabo, eran reflejo el uno del otro, y así, Borg vs McEnroe se convierte, mediante dos personajes en el enfrentamiento de uno solo contra él mismo, aunque tenga el rostro del otro. Esto confiere a la película de Metz Pedersen de mayor fuerza y de gran interés, a lo que se debe añadir su rapidez narrativa, ciertas ideas cercanas a la abstracción visual para narrar mediante miradas, detalles, movimientos y posiciones de los personajes en pantalla. Borg y McEnroe, en el fondo, acaban quedando en un segundo plano a la hora de hablar de la obsesión y el triunfo, de su camino, de sus renuncias, y de la transformación que se produce en su itinerario. Cuestiones que, a tenor de Borg vs McEnroe, solo dos personas tan idénticas como ellos pueden comprender de manera absoluta, habitantes de una realidad única y personal en la que el resto del mundo, en ocasiones, parece no existir.

    A favor: Gudnason y LaBeouf; la fotografía; el trabajo de Metz Pedersen.

    En contra: La sensación final de que la película se ha quedado corta en desarrollar algunas ideas y que, en el fondo, todo partía de una base muy liviana.

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