A vintage chorus line
por Marcos GandíaCon el éxito en nuestro país de La tribu, de Fernando Colomo, y su celebración de la vida (de los palos de la vida) a través del baile y la solidaridad, no nos extrañaría que se produjera un fenómeno similar con esta producción, genuinamente, británica, de elementos y mensaje parecidos. Bailando la vida es, ante todo, una celebración de (claro) la vida, del vivir, del sobreponerse a las (malas) circunstancias de nuestras existencias echándole a todo una sonrisa y meneando los cuerpos.
Lo que era el paro, la precariedad laboral, las injusticias y el apechugar con la condición de ser mujer en un mundo masculino y machista en el film con Paco León y Carmen Machi al frente del reparto, es en este del artesanal Richard Loncraine una celebración de la madurez, de la tercera edad. Cuando parece que esa vida tan presente en el título en castellano de la película (y en estas líneas) te ha puesto ya el The End o te ha detenido el ritmo habitual, los personajes del film se buscan a ellos mismos mediante el baile y mediante la alegría y la energía. Con elementos de amable comedia británica mil y una veces explotada por su cinematografía, sea con mayor (Las chicas del calendario) o menor (El exótico hotel Marigold), Bailando la vida pone luz en los ocasos de sus protagonistas, esperanza y, sobre todo, música y coreografías. Por muchos instantes uno parece estar asistiendo no solamente a una encantadora reivindicación de la veteranía (y no únicamente de su plantel de excelentes intérpretes) y del longevo mundillo del music hall y las varietés londinenses, sino a una de aquellas, hoy olvidadas de manera vergonzosa, cintas de los años 40 del siglo XX en las que Judy Garland y Mickey Rooney trataban de montar espectáculos musicales, pero por encima de ello, trataban de transmitir alegría, optimismo y buenas vibraciones. Estos babes de edad provecta consiguen todo eso.
Es cierto que más allá de esa simpatía a raudales y de la entrega que ponen las actrices y actores en el baile, la película no va más allá de los tópicos habituales (mujer abandonada, reconciliación familiar, nueva historia romántica…). Y sin embargo, la total falta de pretensiones y la mirada cariñosa de Loncraine (que antaño fuera un director arriesgado… que ya hoy parece reflexionar desde el buen rollito sobre la vejez) hacen que uno no solamente tenga que ser indulgente con ella, sino esperar a jubilarse para apuntarse a este chorus line.
A favor: Las toneladas de buen rollo y simpatía que transmiten bailando los protagonistas.
En contra: Igual sólo conectas con ella cumplidos y con creces los cincue.