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    Custodia compartida
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Custodia compartida

    'Thriller' social

    por Alberto Lechuga

    En 2015 David Robert Mitchell presentaba It Follows en la Semana de la Crítica de Cannes y entraba directamente a la estantería de clásicos instantáneos del cine de terror gracias, en gran medida, a su argucia narrativa, que jugaba con los límites del cuadro para mantener la sensación de amenaza de manera constante durante todo el relato. A ritmo perturbadoramente calmo y sin interrupción, el peligro podía venir, literalmente, por cualquier lado: al fondo del encuadre, perdido en la profundidad de campo, de repente aparecía una figura que los protagonistas, en primer plano, todavía no advertían. Lo que es más, al sustituir la figura de un villano principal por la multiplicidad abstracta de su 'it' titular, y mantenernos apegados al punto de vista de la protagonista, la sensación de vulnerabilidad era total. ¿El resultado? A la presencia imperturbable del cuerpo sobrenatural en el plano solo le hacía sombra la tensión de su ausencia: nos tirábamos toda la peli mirando de reojo los espacios vacíos del cuadro. Un ejemplo, como el de Custodia compartida, de que el mejor cine de terror solo puede venir desde la puesta en escena.

    Porque Custodia compartida parte de la crónica social - la violencia machista, el acoso físico y psicológico que engrosan nuestras estadísticas más tristes - para descubrirla, mediante la puesta en escena, como puro cine de terror. Y no es una mirada morbosa, si no todo lo contrario: Custodia compartida rehuye de los tropos del realismo social y de la crudeza exhibicionista de ese cine inclemente tan querido en festivales para lanzarse a un sólido ejercicio de género, retrato de estados de emoción de sus personajes, sabedor de que tras los dispositivos de la ficción siempre anida la verdad. El debutante Xavier Legrand retoma las constantes de su cortometraje Antes de perderlo todo (2013) para ahondar en una rigurosidad formal que lo mantiene a flote en el marco siempre escabroso de la representación cinematográfica de la violencia de género y el maltrato infantil. Valiéndose del plano cerrado y el estudio de los rostros y los cuerpos de sus protagonistas como sus principales herramientas, el director nos habla de las formas de la violencia, tangibles e intangibles, insoportablemente cotidianas, a las que hace frente una familia que sufre la amenaza de un padre, de un exmarido, violento y acosador.

    Lo que comienza como un drama judicial sobre la custodia de los hijos de una pareja divorciada pronto se revela como un thriller modélico con uno de los in crescendo de tensión más potentes del cine reciente. Casi al modo de la amenaza constante de It Follows, el padre de Custodia compartida, con su corpulencia rotunda y una mirada enferma y herida, se hará siempre presente en el plano hasta en forma de ausencia. Cuando comparte viajes en coche con su hijo, el foco se mantiene en el rostro del niño, que lucha con dignidad entre la resignación más terrorífica y la impotencia más dolorosa, quedando la presencia del padre como un borrón difuminado en el extremo del plano. En otra escena que acontece en una actuación musical de la hija mayor, es una set piece formal la que trabaja en la idea de la incertidumbre del fuera de campo, instalándonos en ese sentimiento de zozobra en el que vive inmersa la familia ante la promesa intimidante del padre.

    Custodia compartida es entonces no un estudio sobre las causas de la violencia de género sino sobre sus consecuencias. Una película, por tanto, insuficiente como reflejo profundo y completo de su temática, pero, no obstante, un ejercicio de género interesante, tanto en su contundente eficacia como 'thriller', como en lo que podríamos leer como un alegato por los mecanismos de la ficción como vehículo óptimo para acceder a lo real.

    A favor: Su apuesta formal rigurosa, directa y sin ambages.

    En contra: Algún gesto del desenlace. 

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