Alguien dijo que mientras ciertas películas generaban fans, el cine de Terrence Malick creaba devotos.Para mí, este autor, único y referencial en la historia del cine, es Dios.Pero entiendo a quienes no quieran formar parte de su Iglesia y lo vean como la encarnación artística del Anticristo. Sus obras, simbólicas y humanistas, teológicas, existenciales y filosóficas, no son de fácil acceso.Y menos, si se sirven con un metraje desmesurado, como es el caso de 'A hidden life' (Vida Oculta),su última película. Contemplativas, pretenciosas y reiterativas, sus maneras pueden llegar a agotar la paciencia del mismísimo Job.A mí no molestan. Pero claro, yo soy malickiano fundamentalista radical.Y dónde unos ven vicios y petulancia en su estilo, yo observo sello, denominación de origen y trascendencia.Debates a parte, es innegable la hermosura inconmensurable de sus trabajos y la evocación y el lirismo que envuelven todas sus obras.'A hidden life', no es una escepción.Es puro Malick. El mejor Malick desde 'El Árbol de la Vida',quedándose muy cerquita de esa cumbre del cine antibelicista, que es 'La delgada línea roja'.Si no fuera porque se siente excesiva, estaríamos hablando de una obra maestra.Más contenido e inteligible que otras veces, el realizador de Illinois nos cuenta la poderosísima historia de un campesino austríaco llamado a filas en plena IIa Guerra Mundial y que se niega obstinadamente a rendir pleitesía al Tercer Reich.Vuelven los monólogos y las voces en off, la música celestial. Esa cámara inquieta y curiosa, que corretea, persigue, asciende y echa a volar en gran angular.Vuelve la belleza de lo cotidiano. Y volvemos a sumergirnos en la infancia.Y esta vez, en la jovial dureza del mundo rural.Y tiramos de bueyes y arrancamos patatas junto a los protagonistas de esta 'Vida oculta' tan física y delicada.Tan noble, humilde y heroica.No estamos ante una película más sobre nazis, porque la diferencia la marca el poeta de las imágenes, que levanta una catedral pacifista a través del gesto impensable de un hombre que nada a contracorriente.A través de uno acto de fe, de ibertad individual y de conciencia imposible en el momento más oscuro de la Humanidad.