El negro que tenía el alma blanca
por Marcos GandíaVehículo a mayor gloria de Omar Sy, o lo que es lo mismo (anticipándome a los carteles y pósters españoles), al protagonista de Intocable, esta enésima adaptación (una arraigada costumbre francesa casi al mismo nivel que montar una obra teatral de Molière) de la pieza escénica que escribiera Jules Romains allá por 1924, no solamente la traiciona vilmente, sino que tiene en su estrella, ese Sy todo sonrisa y todo tío Tom, su mayor problema.
Concebida como una sátira que en cierta medida era como la respuesta gala y galena al Mabuse de Fritz Lang, Doctor Knock anticipaba, obviamente, los peligros del totalitarismo y el de la manipulación de las masas por parte de un taimado e iluminado sinvergüenza. De aquel falso doctor, un charlatán que tenía las enfermedades en un manual y únicamente debía hacer creer a los confiados burgueses de sus clientes que las padecían, no siendo cierto, nada queda en este El doctor de la felicidad (ya el título en castellano descubre el pasteloso tono final y de intenciones). El manipulador y mefistofélico médico ful del original teatral (y de sus versiones cinematográficas y televisivas posteriores) muta aquí en un simpático golfo, un timador con alas que pronto adquirirá conciencia (a costa de la mala ídem de sus convecinos, sobre todo ante una persona de color, de color negro, vamos) y que todavía más pronto descubrirá que tiene corazoncito. La directora del film seguramente pensaba basarlo todo en ese componente racista, en hacer del personaje creado por Romains un espejo de esas actitudes xenófobas de la pequeña burguesía francesa de provincias. Sin embargo, que Knock sea negro no sirve a la postre para nada porque ese negro es Omar Sy, y Sy es una cabra que siempre tira al monte del no riesgo, el de ese arquetipo buenrrollista y conciliador que le hizo saltar a la fama a ritmo de Earth, Wind & Fire. Pese a ciertos apuntes críticos e irónicos en el inicial choque entre los parroquianos y el elemento discordante, lo que da pie a una galería de tipos muy de la comedia francesa de toda la vida, El doctor de la felicidad va sumergiéndose en lo almibarado, en el azúcar que ni su sano anticlericalismo (el hipócrita cura suspendido en el púlpito) consigue contrarrestar. Así, todo se torna ligereza, buenos sentimientos y una solidaridad hacia el recién llegado, por muy jeta que hubiera sido, que le hace pensar a uno en la más dura La ciudadela, docta novela con doctor de A. J. Cronin, narrada como si se tratara de un episodio de Verano Azul.
A favor: Reencontrarse con Andréa Férreol.
En contra: Lo de Omar Sy comienza a ser cansino.