El mundo está loco, loco, loco…
por Xavi Sánchez PonsPerdonen el pequeño exabrupto que viene a continuación pero es que no hay mejor manera de explicar lo que supone Safari: sí, Ulrich Seidl es el último troll, el que ejerce de vocero objetivo, para bien y para mal, de las causas indefendibles, el que pone luz y taquígrafos al lado más miserable del ser humano. Y, ojo, sin hacer juicios morales. Ya lo consiguió en la sardónica (no sabíamos si reír o llorar con ella) En el sótano, y ahora riza el rizo en este documental que sigue a un grupo de austríacos enamorados y defensores de la caza deportiva de animales en África. La nueva apuesta de Seidl consigue lo imposible: superar las cotas de incorrección política y las imágenes explícitas de su anterior trabajo. Aquí vemos cómo matan y despedazan a cebras y jirafas, cómo los cazadores explican sin rubor las razones de su filia y cómo manipulan los cuerpos sin vida de sus presas para que la foto quede mejor, o a los nativos del lugar engullendo la carne seca de los animales muertos. A su lado, películas con The Human Centipede o A Serbian Film parecen un juego de niños. Vamos, que Safari, al igual que En el sótano, podría ser definida como una versión en clave de arte y ensayo de los títulos mondo que Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi pusieron de moda en Europa en los años sesenta y setenta del siglo pasado.
¿Qué diferencia hay entre el documental que nos ocupa y películas como Este perro mundo o Africa addio? Pues que Siedl ,felizmente, huye de la vena exploit y sensacionalista de Jacopetti y Cía., apostando por un rigor y plasticidad en la puesta en escena que, de manera casi perversa, aúna y contrapone al mismo tiempo la seriedad en la exposición de los hechos con un espíritu transgresor que, a ratos, provoca la risa nerviosa en el espectador: la actitud racista del dueño del resort de caza, la familia de cazadores formada por un matrimonio y sus dos hijos que celebran cada muerte con abrazos, aplausos y besos, la pareja de ancianos que lee en voz alta, el valor monetario de cada presa…
Safari tiene la habilidad de lanzar imágenes e interpelaciones incómodas y molestas al espectador con una misión clara: sacarlo de su zona de confort. Y consigue el milagro de confundirnos, despistarnos y, finalmente, noquearnos, a la hora de descubrir las intenciones y el punto de vista finales que se esconden detrás de la película. Solo eso ya revela el carácter genial y provocador de una obra inclasificable que seguro que dará lugar a muchas tertulias cinéfilas airadas entre partidarios y detractores del experimento ideado por Seidl.
A favor: la valentía de Seidl a la hora de mostrar el lado más oscuro de la naturaleza humana
En contra: es una película radical y, por lo tanto, minoritaria