De romanos y gladiadores
por Israel ParedesTras el enorme éxito cosechado por 'Thelma & Louise' en 1991, Ridley Scott se paseó durante los noventa con tres títulos casi intrascendentes, '1492: La conquista del paraíso', 'Tormenta blanca' y 'La teniente O'Neil' que desembocaron en el año 2000 en el inesperado (o quizá no tanto) éxito de 'Gladiator', película que recuperó el aliento de los famosos (y francamente obsoletos) peplums para construir una obra impactante en lo visual en su arranque y en casi todo su desarrollo pero verdaderamente pobre y vacía en su fondo. 'Gladiator' funciona y posee los típicos mecanismos del cine hollywodiense más tópico pero profundamente trabajados en el terreno de la producción para conseguir que una historia de gladiadores llegue a gustarle a cualquier tipo de espectador. Todo encaja a la perfección y la película acaba presentándose como un digno, aunque a la larga aburrido, entretenimiento muy bien interpretado pero que cae en la absurdidad de cubrirse con una patina ideológica en apariencia progresista que, en el realidad, lo que esconde es una vez más un mecanismo de empatía emocional con el espectador muy calibrado en aras de conseguir el llanto fácil. En cualquier caso, doce años después, Gladiator se ha convertido en el típico producto perfecto para ver tras comer un sábado por la tarde.
A favor: Los actores.
En contra: Que bajo la parafernalia no hay nada (o muy poco y sin interés, que es casi peor).