Nota media
3,9
883 notas
¿Tu opinión sobre Roma ?
5,0
Publicada el 7 de enero de 2019
Esta película marca un punto a nivel personal como cinéfilo. Mi gusto por el cine ha existido desde siempre, desde que a los 3 años ví por primera vez parque jurásico. Pero desde hace un par de años que decidí meterme más en el mundillo para conocerlo y entenderlo mejor. Es en este punto donde me cruzo con Alfonso Cuarón y Roma. Lo básico y primero que se saca de la película es el amor y el intimismo que le ha puesto Cuarón. Pero está es sola la superficie de algo mucho más inmenso...

Roma sin lugar a dudas, es una obra maestra del director y de las mejores películas del año. Su fuerza se deja ver desde el principio por su sobresaliente fotografía en blanco y negro. Que la película este en blanco y negro es relevante. Por lo general se usa en directores principiantes porque facilita el uso de la iluminación al no estar tan atento a que un color cambie con una u otra iluminación. Obviamente, en Roma no tiene nada que ver con esto, Cuarón es un director más que experimentado y el blanco y negro se usa un nivel semántico para reflejar una época pasada y a la par, no lo neguemos, para darle una propuesta estética llamativa.

Volviendo a la fotografía, que también la firma Cuarón, junto como es lógico a la dirección y guión, su definición más precisa es que cada fotograma es un cuadro que se podría exhibir en una galería de arte.

La dirección se relaja alargando los planos, creando escenas largas con pocos cortes. Este juego de cámaras deja trabajar a al actriz principal, que sorprendentemente está impresionarte para ser su primer papel.
Los planos secuencia, ya típicos de su director, refuerzan a nivel emocional por un lado, y por otro, como ya hizo en hijos de los hombres, a un tratamiento de la violencia crudo, sin florituras.

La historia, al final es lo de menos. Que no se me entienda mal, el vehículo narrativo es costumbrista es lo que quiero decir. Para mi es perfecta como es, nos muestra a través de una familia rica, no solo sus propias relaciones, si no el contexto socio-político de todo un país en un punto concreto de su historia.

La conclusión para la película es clara, excelente de 10.
Pero la reflexión, quizás más importante, este en que cuenta esta película sobre el mercado cinematográfico actual. Al lanzarse en exclusiva a Netflix, su paseo por las salas de cine va a ser mínimo. Las lecturas pueden ser muy variadas, pero lo que esta claro, es que cada vez hay menos espacio para las obras de autor, y estás deben sobrevivir en algún sitio.
Claro que me molesta no haberla visto en un cine pero entiendo que no esta hecha para el gran público que las llena. Prefiero ver esta película, como es, aunque sea en pequeño, que no verla o verla con cambios para atraer a un público mayoritario.
5,0
Publicada el 4 de enero de 2020
es unas de las mejores peliculas de lengua hablada en español es tan hermosa en fotografia, guion, diseño de producion, sonido alfonso cuaron hizo una obra maestra con esta pelicula y va hacer historia y se volvera un clasico de echo ya lo es es un clasico instanio de unas de las mejores peliculas de Alfonso Cuaron.
5,0
Publicada el 9 de febrero de 2019
No es extraño que una vez vista Roma, uno evoque su propia niñez. Quizá porque yo soy también de la generación de los 60 Y por lo tanto también recuerdo la vida, la niñez, en blanco y negro.
No sé que tiene esta fábula tan íntima y Personal como para evocar esa parte de nuestras vidas, pero lo cierto es que lo hace. Cleo es la verdadera madre de la historia.
Poética y sencilla (pese a unos planos complicadisimos y extremadamente complejos ) se presenta con un simplismo y una naturalidad inusual...
5,0
Publicada el 7 de enero de 2019
No la vi con muchas ganas pero cuanto más avanzaba la película más me absorbía. buena historia, muy bonita de ver, con una fotografía y la gran mayoría de los planos absolutamente magistrales. Una gran obra de arte
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 16 de enero de 2019
Si bien “Roma” es nombrada como la autobiografía y pequeño capricho de Cuarón, es innegable que está marcada por una fuerte presencia femenina, plasmada de forma sublime, con un hermoso y limpio blanco y negro, en donde los sentimientos resaltan por sobre todo, logrando traspasar la pantalla, apretando el alma y estrujando el corazón. Es imposible no ver reflejado en la historia de Cleo la vida de mi abuela, mi madre, mi tía, mujeres de un pasado difícil y un presente muchas veces cuesta arriba, que se han encargado de endulzarle la vida al resto y callar sus penas, con el fin de impulsar los sueños de sus seres amados, hijos, nietos, esposos, parejas, etc; sin esperar el reconocimiento de nadie, dedicando una vida entera para hacer brillar nuestros propios anhelos. Eso es lo que hace Cuarón, homenajear el trabajo insaciable de las mujeres que han rodeado su infancia, una película totalmente sobrecogedora, humana, que logra con creces plasmar el significado de ser mujer, a través de la sutileza por muy crudas que se tornen las imágenes en algunos pasajes de este film, acongoja y te hace reflexionar sobre lo poco agradecidos que somos muchas veces con aquellas mujeres, que nos reciben siempre con un plato de comida caliente, una palabra alentadora y con el corazón abierto, independientemente de cuantas veces nos equivoquemos. Podría alargar esta reseña hablando de cosas netamente técnicas que están maravillosamente bien logradas, pero creo que ya esta más que dicho por la prensa especializada, solo me queda dar gracias al grandioso Alfonso por este regalo cargado de amor y agradecimiento.
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 29 de abril de 2020
esta sera una de las pocas películas que tengan 5 estrellas por parte mia, pero roma es una obra magnifica, sin precedentes, con un guion muy bonito, una fotografía impecable y dirección brutal, siendo una de las obras mas intimas de Cuaron logra tocar mas de una persona, mostrando como es la rutina y evolución de una vida mediante acciones del diario vivir, y todo puesto bien sin que nada falle, una película que de verdad me gusto tanto porque cuando salio el mundo hablo de ella y cuando la vio varia gente dijeron que la película era "LENTA", lo cual se nota la poca apreciación que tiene mucha gente para las películas o hasta para el propio arte porque no existe película "LENTA" , esta película tiene el ritmo que necesita, y eso me gusta porque cuando en unos años esta película sea patrimonio cultural, mucha gente la cual le pareció "LENTA" denotaran que están equivocados, no solo es una película que hizo temblar los oscars sino toda una cultura por mejorar hacia el arte, por eso Cuaron no solo hizo una película hizo un cambio cultural
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 20 de febrero de 2020
Visualmente espléndida. La fotografía logra enmarcar el drama de esta familia. Es inspiradora y vibrante. Una película que sin lugar a dudas te motivará con gran maestría.
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 26 de enero de 2019
Dos notas sobre Roma (2018

He de reconocer que, tras la primera vez que acabé de ver Roma, no se despertó en mí la más mínima fascinación. En cierto sentido, se me instaló en la cabeza una sensación tan peculiar como universal, a saber, aquella que reconoce la extrañeza de sentir que no se comprende lo que resulta tan evidente para los demás. Tras Y tu mamá también y Children of Men, ¿de verdad estamos ante la magnum opus de Cuarón? Aunque no suscribo en su totalidad las palabras de Žižek, comparto su incredulidad, su malestar. Por supuesto que algo no huele bien, pero es evidente que carezco del genio del esloveno para aventurar un diagnóstico.
No obstante, habría de ser muy insulso para no admitir que el filme no es producto audiovisual cualquiera. La cuestión radica en desentrañar la forma del argumento para así someter a examen su supuesta cohesión estructural que recoge aplausos y premios a granel. Este no es, sin embargo, el propósito del presente escrito. Me interesa, sucintamente, discurrir sobre dos secuencias de la película que, al menos en una primera ocasión, aplacaron todas las resistencias de las que conscientemente me había armado para defenderme contra la realización. No puedo menos que aceptar que el filme de Cuarón es una joya de la fotografía, el montaje y la producción audiovisual en blanco y negro. Sobre esos aspectos, tengo poco que agregar.
Por otra parte, es posible, también, que se trate de la mejor película no-documental jamás realizada sobre la década de los setentas en la historia del cine mexicano (dirigida y actuada por mexicanos, al menos). No dudo que puede uno extenderse sobre las consideraciones sociohistóricas que se presentan sobre la pantalla: de la representación de la violencia en el contexto que sucedió a la masacre de Tlatelolco en 1968, especialmente encarnizada en el seno de la Ciudad de México, hasta la delicada puesta en escena de algunos de los entresijos de su repercusión sobre estamentos enteros de la sociedad mexicana. Se nos ofrece, a manos llenas, la posibilidad de colegir la espiritualidad precolombina con una instrucción paramilitar que, aunque orquestada por fuerzas extranjeras, es canalizada a través de un personaje local (Latin Lover), capaz de "ritualizar", cuál sumo sacerdote mixteco, una capacitación grupal que persigue fines represivos y, a todas luces, antidemocráticos. Anclado en el pasado de su ciudad natal, Cuarón reelabora con su impronta la estética de las contrariedades fundantes latinoamericanas, nos recuerda nuestros propios fantasmas. Pero como señalé anteriormente, esta no pretende ser reseña de la película en su totalidad, sino más bien poner el acento en un par de secuencias particularmente sugestivas que, a mi entender, merecen una especial consideración.

El resquebrajamiento de la fuente

Vemos a Cleo y a su patrona, la Sra. Teresa, llegar a una mueblería de cierto prestigio a comprar una cuna para el bebé que viene en camino (92’13”). Ya desde su arribo a la zona que circunda el establecimiento, se nos ofrecen algunos avistamientos sobre la convulsión política y emocional que se percibe en el ambiente. Los gritos civiles y el sobrevuelo del ave rapaz. La enervación de las masas anunciando el advenimiento.
Desde las instalaciones del local (sobre el Instituto Harper), supuestamente resguardados de la conflagración salvaje que se desenvuelve allá abajo en las calles, somos testigos de una escalada de la violencia que asciende a límites insospechados. Pero, ¿insospechados para quiénes? Para los ingenuos que desconocen que la sangre inocente que se derrama a vista y paciencia de los indiferentes, suele desperdigarse por doquier y acaba empapándonos a todos. La cámara de Cuarón es notable e incisiva en toda la secuencia, demarcando —con un paneo acucioso— que nuestros personajes se encuentran dentro de los límites seguros de la tienda. Aquello que pasa fuera, aunque altera los nervios, no puede repercutir en nosotros directamente. La violencia y la represión se observan a través de una ventana, estructura material limítrofe que difumina lo que sabemos existe más allá pero que se encubre dentro de una cierta naturaleza liminal. De repente, aquella supuesta protección infranqueable se resquebraja. Cuatro hombres armados ingresan a nuestra mueblería persiguiendo a una pareja que huye desesperada. Cuarón, de buenas a primeras, se sabe reacio a identificar sus facciones y se limita a hacernos partícipes, como si fuéramos Cleo o la Sra. Teresa, de aquella violencia que ha perdido contención de clase. El joven pretendido es asesinado a sangre fría mientras su acompañante, se ahoga entre lágrimas y gritos de desesperación.
Pero el director mexicano se ha guardado el golpe de gracia. Un travelling de profundidad de alejamiento nos demuestra que, en nuestro punto de vista, justo donde nos encontrábamos detenidos observando aterrados el suceso, ha estado siempre nuestra heroina, Cleo. Ahora, esta se encuentra como objetivo de mira, bala en boca, por el cuarto y último hombre que irrumpió en la mueblería. Luce una camisa que reza en letras grandes: AMOR ES. Nos resulta conocido. Es el padre del hijo que Cleo espera y quien, mediante amenazas, ha decidido abandonarlos para siempre. Fermín, con ojos desorbitados, se debate a muerte con la seductora posibilidad de acabar con aquel fardo enorme que le carcome la consciencia. La señora patrona, a punto del colapso nervioso, cierra los ojos ante la inminencia del desenlace irremediable, desconociendo absolutamente las razones de aquel encuentro angustioso. La liquidez de los planos de existencia, parafraseando a del Toro. Fermín huye desencajado, muerto en vida, víctima de sí mismo. Se ha mutilado la paternidad. Preciosa muestra de las masculinidades latinoamericanas (¿solo latinoamericanas?).
El largometraje, antes de ponernos en esta situación crítica, había hecho gala de todos los presagios posibles. Es, de lejos, un desfile de símbolos que Cuarón, como escritor y director prodigioso, supo incorporar a la composición de cada encuadre. Alejados del primer plano se manifiestan los augurios en representación del ciclo completo de la reproducción fallida: la cópula de los gansos en la Hacienda (59’20”), la jarra quebrada en la fiesta de fin de año de los criados (61’03”), el sismo de 1970 y los escombros sobre las incubadoras del hospital (51’10”), el coche de bebé en medio del incendio forestal (63’10”). El desenlace se regodeó siempre delante de nuestra narices.
La respuesta de Cleo a una situación que supera los límites de la cordura no podía ser otra que una manifestación corpórea de la desesperación. La sintomatología de una enfermedad mortal. Es bien sabido que es la naturaleza la que siempre se impone cuando la psique desfallece. La fuente se ha reventado y el hijo de Cleo y del terrorista halcón, ha optado por la fatalidad en medio de una vorágine de tal envergadura. Lo ha matado su padre con una bala que no se atrevió a disparar. Lo ha matado su madre por quedarse sin habla. Lo ha matado México que les condenó a ambos a tales circunstancias. En un mundo sin justicia, solo restan médicos sin rostro que anuncian la muerte de los recién nacidos. Recuérdese el célebre estribillo de Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote.

Clávame en una cruz de sal

Respecto a los méritos audiovisuales, poéticos y filosóficos de aquel reflejo del agua sobre un piso que se lava sin detenerse, sobre el jabón y la espuma que oscila como el mar, sobre las contrariedades de aviones que surcan los cielos y la mierda de los perros que se ha impregnado en su superficie, ya muchos han escrito suficiente, y con más propiedad que yo. No obstante, siguiendo la lógica exfoliante que sobreviene con el vaivén del agua, en el epílogo de la película, Cuarón hace las delicias de un público sediento de la más desbordante de las poéticas cinematográficas. Tenemos una playa, Tuxpam, prácticamente desierta, en el Estado de Veracruz. Nótese de nuevo la intencionalidad capciosa del autor. Nuestra Cleo, asiste al encuentro con una historia universal que, ante su ceguera ideológica, es capaz de hacer propia. El contacto en el siglo XXI. La muerte de nuestros hijos y la salvaguarda de los hijos de los otros. Son los hijos de los hombres quienes nos recuerdan el grillete del que todos somos víctimas.
Spike Lee reconocía a Cuarón la estupefacción maravillada que sintió al observar en pantalla el travelling lateral que persigue la carrera de una Cleo que no sabe nadar (118’14”). El mexicano rememoró las complicaciones técnicas que hubo de sortear para llevar la cámara hasta el mar, donde ya se ahogaban los hijos de la Sra. Sofía. Recuerda que hasta debió improvisarse un muelle en medio de una tormenta tropical que, al final, resulta cosa menor ante el impacto emotivo de aquel acto de despojo y amor universal (o, para Žižek, la más pérfida de las alienaciones). Los niños, como todos los niños, hacen oídos sordos a las demandas de la autoridad. Si saltan y gritan en un templo católico en medio de unas celebraciones fúnebres concurridas, ¿sorprende que decidieran meterse al mar más allá de lo permitido? El asunto estriba en que una corriente de resaca los empuja hacia adentro, hasta el punto en que empieza a dificultarse su apoyo en el fondo marino. Cleo, quien vigilaba al niño más pequeño que ha debido quedarse en la playa, les grita en reiteradas ocasiones que salgan a la orilla, hasta que debe correr atribulada a su auxilio.
La cámara de Cuarón le sigue los pasos en una coreografía visual de un exquisito talante visceral. Cleo ha sacrificado sus demonios hidrofóbicos en función de un objetivo ulterior (enajenada o no). La consecución de una salvación de último minuto más en la historia del cine, no restringe sus alcances hasta lo que dicta el libreto convencional, sino que se potencia con la coronación del entrelazamiento fraterno (aunque frágil) de una familia, que parece reconocerse en sus propias diferencias. Cleo ha vuelto a nacer, redimida y bautizada por el agua salina de la Costa atlántica mexicana, y no puede menos que admitir los pecados que atosigan su consciencia para poder consumar efectivamente su emancipación. Ella nunca quiso a la bebé que llevó en su vientre. Sus lágrimas parecen ser símbolo de una pérdida que trasciende la vida de aquel pequeño cuerpo exánime y deviene aseveración positiva de la subyugación estructural de un cuerpo y una consciencia femenina. La desintegración de la maternidad de Cleo es redundancia de una certeza ubicua que asalta todo lo que se pretenda inmutable: incluso el seno de una familia pudiente (pero que no lo puede todo).
Para otra oportunidad, o para una mente más acuciosa y aguda, restan en efecto dos grandes componentes temáticos que el filme aborda con cierta timidez: por un lado (la fijación de Žižek), el tipo de sensibilidad exhibido en el tratamiento de la cuestión de clase y la enajenación de los explotados, para lo que ni siquiera se requiere exégesis alguna, ya que puede identificarse directamente en los diálogos de la película; verbigracia, cuando la familia de Cleo es despojada por el gobierno local de sus territorios (89’34”), cuando la sirvienta de la hacienda se queja de los del pueblo que se la pasan jodiendo a Don José, su patrón acaudalado, por los asuntos de los terrenos (54’40”), o, la más desgarradora, justo al inicio de la obra (12’27”), cuando Cleo reconoce que le gusta eso de estar muerta, ya que solo muerta puede detenerse y dejar de trabajar. Por otro lado, queda la conducción atenta de Cuarón que logra articular una delicada dialéctica existencial, que no pasa por la lucha de clases, sino por la humilde aceptación de las derrotas y los vacíos que se ensanchan conforme se crece y se vive, esto es, los libros sin libreros (126’01”), los espejismos etéreos que son los sueños (aviones, películas, aventuras), el ser antes de nacer (ya piloto aterrado o marinero ahogado en una tormenta), y las gentes que se casan frente a otras gentes que son víctimas, precisamente, de haberse casado (117’17”).
Finalmente, nos ha de quedar el sol costero que calienta los cuerpos de unos seres húmedos que parecen saberse indispensables los unos para los otros. Al menos ellos quieren pensarlo de esta manera (engañándose, tal vez). Nos ha de perdurar el obsequio de Cuarón: la potencialidad universal de una historia individual, esto es, la transubstanciación del eterno punto de pivote. Si todos los caminos llevan a Roma, no es necesario buscar en otro sitio las razones de su nombre.
Dr Ciruela

3 críticas

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5,0
Publicada el 1 de abril de 2021
He visto mucho cine. Desde hace medio siglo. Hay películas simplemente entretenidas, otras que tienen momentos memorables, otras muy buenas y, por fin, están las películas que te impactan de tal manera la primera vez que las ves que sabes que son algo nuevo y te maravillas al palpar el buen hacer y dominio del que la hace. A mi me acaba de pasar con Roma. Me ha recordado cuando, hace ya muchísimos años, leí por vez primera algunos relatos de Joyce recogidos en "Dublineses". Un estilo narrativo de lo cotidiano, con multitud de detalles tal como los presenta la vida, sin trazo grueso, pero ligados, a veces, a guiños. Una historia que se construye con elegancia, reuniendo innumerables piezas delicadas, que va ganando fuerza a medida que pasa el tiempo, como si se dibujase poco a poco un cuadro. Y el lenguaje de la imagen y el sonido, para mi, es perfecto. Cuidadoso hasta el extremo y muy cautivador. Cada personaje está vivo y recibe su atención sin destacarlo, porque todos están entrelazados, pero están solos. Ninguno es más importante. Solo conviven. Coexisten y, solo a veces, sus vidas individuales se conectan de una manera fuerte, cómplice y consciente. Es una historia, pero son muchas, casi tantas como imágenes y seres. Incluso animales y objetos. Por eso no dudo en ponerle una calificación máxima.
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 6 de julio de 2020
Hermosa historia contada con sensibilidad, virtuosismo y un delicado lenguaje visual apoyado en un trabajo artesanal y poético por parte de un Cuarón que llega a su punto más alto con esta película universal que se nutre en lo más profundo de la identidad latinoamericana.
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