Cada vez resulta más difícil toparse con comedias que conciban la risa no como un fin, sino como la consecuencia de una sincera búsqueda por empatizar con el espectador y mostrarle situaciones en las que podría verse tranquilamente envuelto. Situaciones como el miedo a entender, enfrentar y apreciar la vida como lo que es y no lo que queremos que sea. O como el vernos anclados en un presente del que renegamos en privado para no preocupar/lastimas a nuestro círculo social más cercano.
La premisa de “Juliet, desnuda” (2018) nos presenta conflictos de semejante naturaleza. Así tenemos a Annie (Rose Byrne), una historiadora de arte que se ha visto obligada pausar sus sueños profesionales para hacerse cargo del pequeño museo que su difunto padre alguna vez dirigió. Carismática y agradable, Annie vive junto a su novio, Duncan (Chris O’Dowd) cuyo repelús a la idea de tener hijos es tan solo comparable a su obsesiva fascinación por lo que sucedió con Tucker Crowe (Ethan Hawke) un músico estadounidense que lleva más de 25 años alejado de los escenarios y la vida pública por razones que nadie conoce.
Jesse Peretz, quien tiene en su haber algunos episodios de “Girls” (2012-2017) y el piloto de “GLOW” (2017-2018), dirige sin tomar muchos riesgos y dejando que sea el carisma individual y en conjunto de su trío protagonista lo que determine el nivel de empatía hacia la historia. Así vemos, de manera ocurrente y orgánica, cómo la aburrida vida doméstica de Annie y Duncan se ve afectada cuando ella, en un intento por irritar a su novio, postea una feroz crítica sobre el último e inédito disco del desaparecido cantante. Esto motivará a que el propio Crowe abandone su clandestinidad y, a través de un correo electrónico, responda a la crítica, no solo firmando palabra por palabra, sino que expresando un legítimo interés por conocer a la persona detrás del texto.
Con el aplomo que una carrera tan rica en géneros le permite, la actriz australiana Rose Byrne hace de su soñadora mirada y tímida sonrisa los rasgos que mejor definen la personalidad de Annie. Rodeada de personajes excelsos en todos los apartados que ella no puede dominar, como el afectivo (su poliamorosa hermana Ros) y el social (la narcisista excentricidad del alcalde de la ciudad, Terry Barton) es en sus interacciones con Duncan donde más y mejor puede verse su falta de entusiasmo y pasión por la vida, algo que comenzará a gestarse cuando Crowe le proponga conocerse en Londres, aprovechando su visita para presenciar el nacimiento de su primer nieto.
Es a partir de este accidentado y muy divertido primer encuentro cuando la historia va decayendo en interés y pasa a ser una suma de secuencias sostenidas mayormente por la refrescante honestidad de sus diálogos y la manera en que estos son capitalizados por los intérpretes, quienes saben transformar situaciones tan incómodas como una infidelidad o un tenso deseo sexual en momentos de estupenda naturalidad.
Basada en la novela del inglés Nick Hornby (autor también de la brilllante “Alta Fidelidad”) “Juliet, desnuda” es una película que divierte y relaja en su retrato de temas vinculados al miedo de enfrentar todo lo que nos transforma y expone.