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    Keepers. El misterio del faro
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Keepers. El misterio del faro

    Misterio en la isla de los (humanos) monstruos

    por Marcos Gandía

    Curtido en la pequeña pantalla, el nórdico Kristoffer Nyholm se había acercado anteriormente a este su debut en el largometraje (visto en el pasado Festival de Sitges) a esa zona desconocida y monstruosa que domina el alma humana, el salvaje e inhóspito interior del ser humano. Tanto en The Killing como en Taboo, dos de sus previas experiencias televisivas, Nyholm pegaba su cámara a escasos centímetros de los rostros de los personajes, como tratando de penetrar en un territorio lejos de cualquier norma o regla, de cualquier sentido incluso. Un lugar de sombras y en sombras donde ninguna luz puede llegar, y en donde moran criaturas más terribles que las de cualquier relato contado por marineros (o fareros) a la solitaria lumbre de una hoguera nocturna. Nyholm mira en primerísimos y áridos planos a los tres protagonistas de Keepers, el misterio del faro, la mayoría de las veces enmudecidos; las otras expresando miedos, cantando o soltando sus lenguas por el alcohol. Siempre mintiendo; siempre evitando que los dragones ocultos en su psique, en su ADN, salgan del interior para devorarles. Un dragón que puede ser tranquilamente la soledad (el film no da nunca explicaciones ni se pone pesado con metáforas: lo deja todo abierto a la libre interpretación de los espectadores), o que puede ser simplemente la semilla de autodestrucción que, cual un reloj, llevamos dentro de nosotros.

    El film de Kristoffer Nyholm se enamora de su misterio, sin pretender jamás desvelarlo o alumbrar una explicación. Prefiere ser como la roca de aquel (literario, ficticio y cinematográfico) Picnic en Hanging Rock y que lo que quede (que, ojo, es lo que no queda, lo que ha desaparecido sin explicación alguna) sea lo que nos pregunte como un eco sin fin. Modélicamente inspirada en la mejor tradición terrorífica gótica y fantasmagórica, Keepers, el misterio del faro muestra todos los elementos iconográficos que configuraron y configuran ese género de fantasmas y misterios inexplicables. Se inspira en la leyenda escocesa de la isla de Flammand, completada con un sabio cruce entre lo que podría ser una novela de Julio Verne (La isla misteriosa, La esfinge de los hielos, El faro del fin del mundo) y un cuento de H. P. Lovecraft. O el mismísimo Shakespeare de La tempestad, prodigiosamente trasladada a la ciencia-ficción en Planeta prohibido, y cuyos monstruos del Id bien podrían anidar en este rincón perdido del mundo donde tres fareros comprenden menos lo que sucede a su alrededor que los de la teleserie Perdidos. Y donde esos tres hombres con demonios internos (espléndidos Gerard Butler, Peter Mullan y Connor Swindells) parecen instituirse en la paranoica hermanita novecentista de La cosa de John Carpenter.

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