En busca del hijo
por Israel ParedesTras cuatro películas de época (La chica de París (2001), Feliz Navidad (2005), El caso Farewell (2009) y Mayo de 1940 (2015)) el director francés Christian Carion se centra en el presente para realizar Perdido, cinta que se mueve entre el drama familiar y el thriller, entre el melodrama íntimo y la acción, sin conseguir en momento alguno calibrar todos los elementos que pone en juego para dar forma a una película, a la larga, cuya inconcreción arruina sus mejores ideas.
Julien (Guillaume Canet) acude a la llamada de su exmujer Marie (Mélanie Laurent). El hijo que tienen en común ha desaparecido y todo apunta a un posible secuestro, aunque la relación del niño con la actual pareja de su madre hace pensar en una posible huida. La duda sobre qué ha pasado con el niño modula, en gran medida, las dos partes que dividen Perdido. Por un lado, estaría la llegada de Julien y la puesta en común junto a Marie de todo tipo de reproches y la duda de él de si el actual compañero de su mujer ha podido tener o no algo que ver en que su hijo haya desaparecido. Durante todo este tramo la película posee fuerza e interés en tanto a que Carion, con ayuda de los actores, resalta el drama familiar de dos padres impotentes, asustados, llenos de culpa. El título original, ‘Mi hijo’ (Mon garçon), en este sentido, posee coherencia y resalta el componente dramático de la película. Las secuencias entre Canet y Laurent se encuentran entre lo mejor de la propuesta gracias a que la tensión exterior de la situación revela un dolor interior apenas contenido, a través de unos actores que lo logran transmitir con naturalidad.
Sin embargo, cuando la película abandona todo atisbo de drama familiar y prefiere introducirse de lleno en la investigación que Julien lleva a cabo por su cuenta para encontrar a su hijo, Perdido comienza, nunca mejor dicho, a perderse en su propia dramaturgia basada en una sucesión de acontecimientos que hacen avanzar la historia, en ocasiones sosteniéndose en elementos argumentales muy poco sólidos, con el fin último de mostrar a un padre dispuesto a todo para localizar a su hijo. Ahí, Julien, sobre quien de manera puntual también caen ciertas sospechas, de repente se convierte en una suerte de justiciero asentado en una clara culpa: el padre ausente que parece querer redimir sus actos del pasado. Y así hasta llegar a un clímax final tan bien ejecutado como frío y anodino.
No se puede negar algunas virtudes a Carion, sobre todo en lo referente a jugar con el paisaje nevado, lo cual permite conferir a la historia no solo de un atmósfera gélida, también de un espacio abstracto que, se intuye, pretende introducir en su película a base de concretar la historia según avanza hasta conseguir un relato sencillo, quizá demasiado, y directo, alrededor de un par de ideas y poco más. Incluso aquello detrás de la separación del niño se expone y se deja a la intuición del espectador. Se agradece en Perdido que el director vaya al grano, que se contente con un hilo narrativo leve y que sea alrededor del cual trabaje, sin embargo, incluso cuando se juega con casi nada, se tiene que hacer con algo más de esmero. Carion muestra sus cualidades a la hora de componer los encuadres, de relacionar a los personajes con el espacio y de jugar con los detalles, pero en esta ocasión se ha perdido en un espacio menos ambicioso que sus anteriores películas. Lo cual resulta curioso, como si el cineasta necesitase de muchos más para manejarse. Pero lo cierto es que un thriller necesita de un nervio y de un sentido tonal y rítmico que están totalmente ausentes en Perdido.
A favor: Los actores, la banda sonora de Laurent Perez del Mar.
En contra: Que Laurent no tenga más protagonismo y que al final la película no pase de lo anecdótico.