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    'Flânerie' en la crisis de los 30

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Una película cuyo título alude al mítico Ray Heredia y que incluye una escena en un karaoke tiene de por sí mucho ganado, pero Yo la busco, la ópera prima de Sara Gutiérrez, cuenta con otras tantas bazas que justifican que sea una de las sensaciones indies de la temporada después de su buena acogida en el Festival de Málaga, el D’A Film Festival y el actual Atlantida Film Festival. El entusiasmo es merecido.

    Hay muchas cosas que emparentan el debut de Gutiérrez con cintas como Las amigas de Ágata, de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Ríus, Marta Verheyen, o Júlia ist, de Elena Martín, más allá de que este proyecto también haya surgido de las aulas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Para empezar, su carácter generacional, o más bien de canto de cisne generacional, porque Yo la busco se atreve con la crisis de la treintena poniendo en escena a un Peter Pan un poco desgarbado que se lanza a los brazos de la noche barcelonesa tras recibir una noticia inesperada por parte de su compañera de piso, amiga íntima y amante ocasional. Su odisea tiene algo del Scorsese de ¡Jo, qué noche!, del Hitchcock de Vértigo, y también algo del desencanto del debut de Sergi Pérez El camí més llarg per tornar a casa; todos trabajos que nos hablan de lo que supone perderse en un laberinto urbano y emocional.

    Más allá de esas posibles influencias y referencias, Gutiérrez mantiene una mirada diáfana a la hora de filmar la Barcelona noctambula, evitando retratarlo como un escenario relamido y cool de artefactos como Barcelona, nit d’estiu, para ir en busca de una idea de ciudad que cobija a románticos resistentes a aceptar que el tiempo pasa. El naturalismo de Dani Casellas, su protagonista, es clave, y Gutiérrez, con buen ojo, carga el peso de la película en sus espaldas, acompañándole en lo que podría ser una noche más o menos alocada cualquiera si no fuera porque ese flânerie más bien aparece como un periplo de inflexión.

     

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