Representar la verdad
por Quim CasasUn director, Carlos Marques-Marcet, recibe la noticia de que una pareja de actores que son también sus amigos, Maria Rodríguez Soto y David Verdaguer, esperan una hija. Ella está en el cuarto mes de gestación. El director imagina rápidamente un filme. Primero, quiere capturar ese misterio insondable: ver crecer la vida en el cuerpo de una persona. Después, intenta comprender, a través de la experiencia real, los conflictos, dudas, renuncias y aceptaciones que la nueva situación propone.
Cuenta con la complicidad de la pareja, con la que ya ha trabajado previamente: Verdaguer fue el protagonista masculino de 10.000 KM y Tierra firme, y Rodríguez Soto intervino en el telefilme 13 dies d’octubre. Se trata de establecer un plan de trabajo inhabitual en el que se mezclan nociones del documental y de la ficción. El proceso consiste en imaginar y crear situaciones, ensayarlas pero dejar toda la libertad posible a la improvisación: la improvisación del actor en el centro de la propia escena o las aportaciones de las experiencias reales del embarazo a la de los personajes de ficción, ya que en la película no son Maria y David, sino Vir y Lluís. Se filma una vez al mes, en sesión de cuatro días. Se observa, recapacita y trabaja. Se rueda y ensaya al mismo tiempo. Las situaciones que surgen construyen el guion aunque, en un momento concreto, toca reescribir escenas incluso ya rodadas, buscar un conflicto que sirva de punto de partida. Al revés de lo que le ocurrió a Maria, Vir queda embarazada por accidente. El primer conflicto, la primera magnífica escena: decidir entre abortar o tenerlo cuando la pareja lleva apenas nueve meses de relación. Apenas se conocen y van a tener que conocerse, y reconocerse, en un tiempo record: otros nueve meses.
Filmar y filmar, escribir y reescribir, ensayar e improvisar, tener clara una escena y aprovechar lo que los actores ofrecen a partir de la experiencia personal que están viviendo en paralelo al rodaje. No hace falta volver sobre el tema de la ficción y la no ficción y del proceso de atractiva hibridación que vive desde hace mucho tiempo, pero si decir que Los días que vendrán dinamita todas las concepciones al respecto. Hay en cada plano tanta verdad como gestos estudiados. La forma en que pasan las cosas es tan franca como meditada, pero siempre domina la naturalidad de los actos, más importantes que las palabras: las discusiones, la comida en casa de los padres de ella, la juerga regresiva en el patio del colegio de él con sus amigos, la aceptación de un trabajo “burgués” por parte de Lluís frente a la “obligada” ausencia de trabajo de Vir, algo por lo que en realidad también tuvo que experimentar Maria. Rodríguez Soto le descubrió a Marques-Marcet una cinta de vídeo que recoge su propio nacimiento. Se descubrió a si misma en esa cinta analógica y la película adquirió todo el sentido preciso. En una secuencia especialmente delicada, ella ve el vídeo; ve a su madre embarazada y pariendo como ella lo acaba de hacer. Ciclos de vida capturados en una película que es verdad y representación, que es documento y juego, ensayo y libertad. Un filme que lo es todo.