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    Verdad o reto
    Críticas
    2,5
    Regular
    Verdad o reto

    Jugar a la botella

    por Alberto Corona

    Uno de los rasgos fundamentales que con más insistencia ha conservado el slasher a lo largo de su andadura —ya que Scream, contradiciendo a su narrativa, no consiguió acabar con él de una vez por todas en 1996—, ha sido el dotar a sus protagonistas de una idiotez formidable, intensa, químicamente pura. De este modo, el castigo al que los sometía el asesino de turno podía resultar catártico para el espectador más allá de sus anodinas justificaciones morales, y el que los chavales fumaran porros o follaran sin condón no era tan importante como que fueran rematadamente imbéciles, y en consecuencia, se merecieran todo lo que les pasara. El argumento de Verdad o reto, al vincularse con uno de los juegos más típicos y frívolos de la adolescencia, tenía delante una oportunidad de oro para reflexionar sobre el tropo y tratar de emular otro Scream, o al menos otra La cabaña del bosque… pero no. En una decisión equivocada a muchísimos niveles, la nueva película de Blumhouse Productions tenía que tomarse en serio a sí misma.

    Algo que conduce forzosamente a que los dramitas juveniles —que encontraban una posible forma de canalizarse en el juego que presta título al film, en el "yo nunca" o, Dios nos libre, en el giro de la botella para ver a quién le dabas un piquito— eclipsen la trama, y el asesino encuentre más placentero dejar al descubierto "de quién está enamorado de verdad Jimmy" o "si Jimmy será capaz de decirle a su novia que le puso los cuernos en cuarto curso", antes que apuñalar al susodicho Jimmy.  Su discretísimo director, Jeff Wadlow, ya había dejado que los culebrones 'teen' le absorbieran la trama en su mismo debut dentro del cine, Cry Wolf, aunque ésta al menos tenía a Bon Jovi haciendo de profesor rubio platino para asegurar la inquietud del respetable. En Verdad o reto, por otro lado, tenemos caras que se tuercen en sonrisas diabólicas por CGI, primeros planos de señoras con la boca abierta, y los sempiternos sustos en habitaciones oscuras cuando alguien se gira hacia donde no debe.

    El gore, que es lo único que podría llegar a reconciliarnos con las peculiaridades de la propuesta —desde que vemos a esa gentuza registrar vía redes sociales su viaje a México es imposible no desear que acaben todos con los intestinos colgando—, brilla por su ausencia, y la puesta en escena se empeña en escatimarnos no sólo una conveniente visualización de los asesinatos sino también de un mínimo suspense en lo que éstos van anticipándose. Lo cierto es que Verdad o reto no tiene mucho con lo que jugar, quemando cualquier posible puente estético con It follows o la saga Destino final—igual de idiota que el film que nos ocupa, pero con muchas más ganas de pasárselo bien—, y jugándoselo todo a que los conflictos entre los protagonistas sean más relevantes de lo habitual. Infidelidades, traumas paternofiliales, salidas del armario, personas mezquinas prestas a recibir su merecido con la mayor previsibilidad posible… la lista de lugares comunes es inagotable, y la película de Wadlow sólo se permite ser entretenida en base a un glorioso, y suponemos que involuntario, 'crescendo' de la ridiculez.

    Aceptando estos presupuestos, y tomándose cada interpretación mediocre, cada línea de diálogo sonrojante, como partes de un posible ejercicio posmodernista, lo cierto es que la película se deja ver. Es sosa, melodramática, y tan mojigata como sus protagonistas —que aquí ni siquiera echan un polvo y llaman "recetas" a sus drogas—, pero precisamente eso le concede cierta coherencia temática al conjunto. Porque, no es por nada, pero quien con diecisiete años sigue jugando a la botella o al "yo nunca", es que está pidiendo a gritos protagonizar un 'slasher' a la altura de sus expectativas, y Verdad o reto es, justamente, ese 'slasher'.

    A favor: Un giro final bastante macarra que da cuenta de la película tan divertida que podría haber llegado a ser.

    En contra: Es increíblemente poco terrorífica.

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