Solo ante el peligro
por Xavi Sánchez PonsValeska Grisebach, directora de Western, contaba hace más o menos un año a la revista neoyorquina Film Comment que no le gustaban los guiones clásicos de tres actos donde todo está cerrado. La cineasta alemana comentaba que solo necesitaba un pequeño tratamiento, una construcción simple de la trama y unas pocas escenas dialogadas para encontrar la atmósfera necesaria y los subtextos que le interesaba incluir en sus películas. También afirmaba que sus actores, la mayoría no profesionales, no suelen tener acceso a ese guion sui generis, y que hablaba con ellos antes de cada secuencia para darles unas mínimas nociones de un texto que pudieran entender. Este método, más cercano al de una exploración y al de una investigación artísticas con las que poco a poco se va encontrando la forma y el contenido de la obra, y que podría hacer pensar en una película irregular con buenos momentos y otros menos inspirados fruto de ese libre albedrío creativo, ha cristalizado en uno de los filmes europeos más compactos y ricos en significados del año. Un western fronterizo de autor que, además de trazar una profunda, y llena de aristas, reflexión sobre la condición humana y el estado de la Europa actual, se atreve a reescribir, con éxito, casi todos los tópicos del western americano clásico.
En Western hay un antihéroe nómada que parece una mezcla entre el Ethan Edwards de Centauros del Desierto, el Shane de Raíces profundas y la figura de Wyatt Earp, camaradería y rivalidad entre machos alfa, hombres montados en caballo que ejercerán de sheriffs, adolescentes que quieren aprender a utilizar un arma o partidas de cartas en cantinas improvisadas. Ahora bien, la acción no pasa en el Oeste americano, sino en la actualidad y en una zona rural situada en la frontera entre Bulgaria y Grecia. Un lugar al que llega un grupo de obreros alemanes de la construcción que empezará a tener fricciones con los habitantes locales. Grisebach utiliza ese ambiente pre-bélico, apuntalado en el miedo a la otredad, en el colonialismo, en las diferencias de clase y en la corrupción inherente al capitalismo, para realizar un retrato psicológico complejo y lleno de enigmas de Meinhard, el obrero alemán protagonista y el antihéroe que citábamos antes. Un personaje que intentará poner paz y que simpatizará con los lugareños búlgaros (su relación con el cacique de buen corazón de la zona es conmovedora).
Western es un filme lleno de tensión, pero de esa que nunca acaba de estallar del todo y que deja al espectador clavado en la butaca, como si se tratara de un thriller de tintes sociales que se vive desde dentro. Y también una película, por así decirlo, llena de una humanidad objetiva (Grisebach preferiría el término ambivalente), ya que nos describe con nuestras luces y nuestras sombras, utilizando muchas tonalidades grises. Una experiencia intelectual y al mismo tiempo visceral, que tiene como referentes visuales confesos clásicos del género como Horizontes de grandeza de William Wyler y Winchester ’73 de Anthony Mann.
A favor: Su profundidad psicológica y la clarividencia de su puesta en escena.
En contra: Que los fans del western clásico no se atrevan a darle una oportunidad por considerarla una película de autor.