Dos en la carretera
por Quim CasasGloria, de Sebastián Lelio, marcó el camino a seguir para una actriz chilena, Paulina García, que ha llegado tarde al éxito, pero ha llegado. En La novia del desierto, debut en la dirección del tándem formado por Cecilia Atán y Valeria Privato, García recupera un poco las esencias de aquel personaje del filme de Lelio, una mujer madura que sabe que debe dar un giro drástico a su vida. Los cambios no llegan a veces de manera asumida, sino que son producto de las circunstancias. No se quiere cambiar, pero pasa algo que genera esa transformación. En la protagonista de La novia del desierto coinciden las dos cosas: la necesidad, quizá sin urgencia, necesidad al fin y al cabo, producto de la edad, la costumbre y de una cierta soledad, y un acontecimiento capaz de propiciar ese giro devastador.
Puede contemplarse como una road movie, aunque sin alguno de los lugares comunes de este tipo de narrativa itinerante en la que los personajes se van enriqueciendo a medida que avanzan juntos. Pero la relación de los mismos con el paisaje es muy de relato de carretera, de western moderno, de avance hacia ninguna parte porque lo importante es cada jalón transitado. Teresa, el personaje interpretado por García, trabaja como empleada doméstica en una casa de Buenos Aires y encontrará en su improvisado periplo al tipo encarnado por Claudio Rissi. El foco está centrado en ella y en esa circunstancia que obliga de forma perentoria al cambio: la familia para la que trabaja vende la casa y, tantos años después de tener asumida una rutina, ha de empezar desde cero cuando no hay poca fuerza y voluntad para hacerlo.
¿Relato de superación? Por supuesto. Casi todas las road movies, de Fresas salvajes a Easy Rider (Buscando mi destino), de Las uvas de la ira a Espantapájaros, de Sucedió una noche a Alicia en las ciudades, de Dos en la carretera a Luna de papel, llevan implícito un ejercicio de superación individual, en pareja o colectivo, más teniendo en cuenta que el punto del cual se parte es como un agujero negro en la conciencia del viajante. Las dos realizadoras debutantes lo basan (casi) todo en la configuración del escenario natural que envuelve a los cuerpos y en la interpretación de la actriz de Gloria, Verano en Brooklyn y la miniserie Matar al padre, para quien posiblemente hayan escrito el personaje. Con estos dos elementos, una actriz contrastada y un paisaje, se han concebido muchas buenas películas. A La novia del desierto le faltan cosas para llegar a ser redonda, para llegar sin signos de agotamiento al final de su recorrido. Pero por el medio depara momentos intensos y lúcidos, bellos y naturales.