De tu ansiedad y la eternidad (si fuera verdad)
por Alberto CoronaHay que reconocerle a Háblame de ti el mérito de no dejar nunca que el cine estropee lo que debería ser una historia real perfecta. O eso es lo que, al menos, parece querer que hagamos Hervé Mimran, su director y guionista, y sólo así consigamos pasar por alto la inaudita falta de garra que exhibe su última película, mientras los minutos pasan y tratamos de conectar con su protagonista sin ningún tipo de artificio ni manipulación de por medio, con la mera exposición de sus problemas en pantalla, y un guión que no pretende zafarse en ningún momento de su vocación tanto intimista como grisácea. El homme pressé del título original del film —de engañosa reminiscencia a los Pecos en su traducción al castellano— no es el protagonista de A propósito de Henry, empleando la desgracia para reconectar con su familia. Tampoco un Harry Dean Stanton asolado por los remordimientos que camine a través de París, Texas en busca de la catarsis. Este hombre ansioso, apurado, es indistinguible de la multitud, y no siente grandes remordimientos por nada. Va a lo suyo, no mira atrás. Ni siquiera se siente demasiado en soledad.
Este hombre que quizá no tenía nunca por qué haber protagonizado una película está construido en base a la autobiografía de Christian Streiff, titulada J’etais un homme pressé. Streiff había sido CEO de gigantescas compañías como Peugeot o Airbus antes de sufrir un derrame cerebral que le afectó seriamente tanto a los recuerdos como a la facultad del habla, y provocó que acabara perdiendo el empleo. Este antaño prestigioso empresario, sin embargo, consiguió recomponerse gracias a la ayuda de la logopeda, su familia y sus amigos, y esto es lo que se propone contar, sin ambages, su adaptación al cine. Streiff ahora lleva los rasgos de Fabrice Luchini, algo que garantiza por sí solo que estemos cómodos en su compañía y disfrutemos de su ilimitada capacidad para saber estar, y el actor afronta su lucha contra la dislexia sin aspavientos, acaso intuyendo que la mejor forma de contar una historia con la que todos podemos conectar de un modo u otro sea con entereza y sin excesivos llantos. Haciendo lo que hay que hacer, y reconectando con los seres queridos porque es lo que toca.
Es una película extraña, Háblame de ti. Al no haber nada a duras penas destacable en su conjunto, ni un retrato con mínimo interés —tanto por parte del guión como del público— de las relaciones humanas que deberían vertebrarlo, el film de Hervé Mimran se condena a sí mismo a ser contemplado desde la distancia, y a que el sentimiento generado de mayor intensidad se reduzca al despertado por su terrorífico soundtrack. Cuando canciones como Don’t Think Twice, It’s Alright de Bob Dylan, o una versión de Father and son que es digna de denuncia, se abren paso por el lánguido metraje, es imposible no percibir que la intención de Mimran distaba bastante de hacer una película tan aséptica. En realidad él quería un ambicioso melodrama adulto sobre la condición humana, pero en su lugar obtuvo ese meditabundo monumento a la vacuidad y la insipidez que es Háblame de ti, y que es incapaz de aportar nada a una historia real que, sí, era bastante genérica, pero que probablemente podía haber sido capaz de inspirar algo más que bostezos.
Sin embargo, entre toda esta involuntaria apuesta por la irrelevancia, la película de Mimran es capaz de vez en cuando de encontrar momentos afortunados, capaces de tenderle la mano al espectador y dejarle entrar por fin, y éstos se localizan sobre todo en el último tercio, cuando el personaje de Fabrice Luchini es un hombre nuevo deseoso de darle un pequeño vuelco a su vida. Y así, cuando la trama se reduce a un hombre, a su perro, y al Camino de Santiago que ambos recorren, Háblame de ti consigue redondear su propuesta, y confirmarse con total autoconsciencia como una aventura tranquila, intrascendente, a la que tampoco le importa demasiado si te unes a ella o no. Porque sabe que tampoco te vas a perder nada.