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    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Próxima

    Perdidos en el espacio

    por Carlos Losilla

    En 1983, Philip Kaufman dirigió Elegidos para la gloria, basada en el libro de Tom Wolfe, en la que se efectuaba una sarcástica revisión del mito del héroe americano y, a la vez, de la leyenda fundacional de todo un país. Y cito esta película porque tiene mucho que ver, aunque no lo parezca, con la última de Alice Winocour, Proxima, que ahora nos ocupa: por mucho que esta transcurra en Europa y el tono sea muy distinto, también se trata de documentar el trabajo de los astronautas, de dar a ver lo que cuesta –en todos los sentidos— alcanzar esa dudosa “gloria” citada en el título español del film de Kaufman. El protagonismo corresponde igualmente a un grupo de profesionales que se someten a un entrenamiento feroz para llevar a cabo una misión que ocupará un año de sus vidas, pero la película se centra especialmente, desde el principio, en uno de ellos: una mujer (Eva Green), separada y con una hija a su cargo, que deberá adaptar su vida cotidiana y familiar a las exigencias de su trabajo, con las consiguientes vicisitudes y problemas. Pese a su planteamiento, sin embargo, y aunque los créditos finales incluyen imágenes de mujeres dedicadas al mismo oficio que la protagonista a lo largo de las décadas, Próxima no es tanto un manifiesto feminista como una película sobre la vida laboral y la fuerza de las emociones, sobre el trabajo y el amor.

    No es casual que Winocour –directora de Augustine y coguionista de Mustang— incluya a un elemento masculino de gran peso específico como contrapunto de su protagonista. En este sentido, la intervención de un actor como Matt Dillon resulta decisiva. Por una parte, su presencia física, y las características de su personaje, ayudan a convertirlo en un tipo aguerrido y autoritario, que no acaba de comprender el hecho de que una mujer se enrole en una misión semejante. Por otro, sin embargo, poco a poco se transformará en el confidente de la sufrida aspirante a astronauta, en aquel que mejor sabrá comprender sus cuitas y sus dudas. Y es que Proxima, por mucho que siga los pasos del personaje de Green, termina construyendo un discurso inquietante: un elogio del esfuerzo y del sacrificio, de la profesionalidad y la eficiencia, que culmina en la típica escena del lanzamiento del cohete en el que los protagonistas viajan al espacio, un fragmento que quizá no busque la espectacularidad a toda costa, pero sí el nudo en la garganta y la identificación del espectador. Y que replantea una de las grandes cuestiones que deberían guiarnos a la hora de calibrar las relaciones entre cine y feminismo: ¿basta que la mujer ocupe un espacio privilegiado en el elenco –y en la trama: eso que se llama “visibilidad”— para poder decir que un determinado film está rehuyendo el sexismo inherente a un género concreto?

    Proxima consigue sus mejores momentos no tanto cuando quiere alterar los códigos habituales del “cine de astronautas” como cuando rebaja el tono y recurre a un cierto realismo intimista a la hora de observar a sus criaturas. Y es así como en el cruce entre las peleas familiares y la dureza de los entrenamientos se encuentra la parte más interesante de la película. El personaje de Green –en una de sus mejores interpretaciones— se muestra en esos momentos alternativamente frágil y voluntariosa, y acaba brillando más no tanto cuando se enfrenta con vigor a la torpeza de su ex marido o a las broncas de Dillon como cuando se siente perdida en ese laberinto inextricable que forman el entramado familiar y la obsesión por el triunfo y la productividad, por otro lado como también le ocurre a él. Es una lástima que Winocour no insista en estos instantes de incertidumbre y prefiera subrayar el carácter indomable de sus protagonistas, pues ahí el film se hace cada vez más tópico y simplista. De todas formas, queda el retrato de un par de personajes perdidos en un espacio muy distinto al sideral, esa zona de sombra de la vida cotidiana en la que todos nos hemos extraviado fatalmente alguna vez.

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