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    Asalto en la noche
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Asalto en la noche

    Encerrados en su pasado

    por Carlos Losilla

    En 1959, Howard Hawks dirigió Rio Bravo, donde una panda de forajidos cercaban al sheriff John Wayne y a sus hombres en una pequeña cárcel. Se trata de una estructura argumental no solo repetida luego en numerosas ocasiones –John Carpenter nos proporcionaría el mejor remake con Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976)--, sino también consagrada a partir de ahí como uno de los motivos temáticos por excelencia de la historia del cine americano. Por supuesto, se encuentra ya en películas anteriores a la obra maestra de Hawks, pero solo la llegada de esta consiguió otorgarle carta de naturaleza: a partir de ese momento, el grupo cerrado sobre sí mismo y amenazado desde el exterior pasó a convertirse en metáfora de una sociedad cada vez más neurótica y obsesionada por sus propios miedos, situación que Alfred Hitchcock llevaría a su cima pocos años después con Los pájaros (1963). Pues bien, a primera vista, Asalto en la noche debería incluirse en esta tradición, quizá para renovarla y adaptarla a los nuevos tiempos. ¿Es eso así?

    Una madre y sus dos hijos, una adolescente y un niño, deben pasar la noche en la casa del abuelo, que acaba de morir asesinado, para afrontar al día siguiente ciertos trámites relacionados con la herencia. Las relaciones entre esa mujer y su padre muerto no fueron precisamente buenas, lo cual parece reflejarse en la tensísima situación que provocan unos cuantos delincuentes que aspiran a conseguir algo que se oculta en el interior de la casa, ajenos al hecho de que ahora está habitada. Y es en ese momento cuando se produce la variante que introduce James McTeigue en ese esquema narrativo del edificio asediado: será la madre quien se quede en el exterior, intentando salvar a sus dos hijos, en poder de los maleantes. Sea como fuere, con variante o sin ella, Asalto en la noche debería haberse centrado inexcusablemente en el poder de la puesta en escena, en las posibilidades del espacio cinematográfico como generador de una tensión a la vez física y conceptual. No hay nada de ello, sin embargo, en la dirección de McTeigue, y la película se resiente de esa falta: vista por ese lado acaba siendo poco más que un pequeño ejercicio de suspense tan funcional como previsible.

    Más allá de eso, sin embargo, Asalto en la noche evoca también otros matices, sin duda más interesantes. El pasado de la protagonista --ese personaje ausente del padre que se vio envuelto en asuntos más bien turbios que ahora deben pagar sus nietos— planea sobre la trama como una culpa nunca redimida. Y la violencia que se ve obligada a emplear esa mujer –también negra, aunque eso no parece interesar al director-- para liberar a sus chicos quizá proceda de aquel pecado original. McTeigue no profundiza como sería de desear en este aspecto, y sin embargo, de algún modo, desde la brutalidad del prólogo, intenta que impregne tanto las motivaciones de los personajes como ciertos entresijos de la acción. Acaba prefiriendo dedicarse a labrar una intriga progresivamente absurda, pero, por pequeña que sea, la atención que presta a ese eterno retorno por culpa del cual los delitos cometidos por el abuelo regresan para poner en aprietos a su familia no solo termina siendo lo mejor de la película, sino que incluso le permite enlazar con su ópera prima, la más notable V de Vendetta (2005), otra fábula sobre la crueldad inasumible del paso del tiempo.

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