No es Fincher, tampoco Hitchcock, es Feig jugando a ser ambos en su nuevo y retorcido chick noir psicológico.
Paul Feig, 56 años, inició oficialmente en la escena televisiva de 1986, con un pequeño papel como actor en la comedia de situación “The Facts of Life.” A partir de ahí, empezó a forjarse un nombre propio tanto en la industria de la televisión como del cine, una larga carrera que alcanzó decididamente su punto álgido siete años atrás, cuando “Bridesmaids” se convirtió no solo en su proyecto de mayor recaudación como director— 288 millones de dólares, —también en una de las comedias fundamentales del siglo XXI; un fenómeno cinematográfico de orgullo femenino que abochornaba a aquellos que subestimaron su alcance. Esta joya mainstream con más de 71 nominaciones— así es, del calibre de los Oscar, Golden Globes y BAFTA —le permitió al cineasta expandir sus horizontes, eso sí, siempre fiel a sus raíces. Desde tal majestuoso episodio, el también guionista y productor no ha vuelto a saborear dichas mieles del éxito. El cine de Feig intentó trascender el patrón de comedia de estudio, por esto, creó su propio modelo bastante cercano al de Judd Apatow: historias que se articulan perfectamente con gags desternillantes, direccionados por papeles femeninos humanos y ricos en profundizaciones cómicas. “The Heat” con Sandra Bullock y Melissa McCarthy fue un paso seguro y necesario. “Spy,” protagonizada por su musa McCarthy, sorprendió a todos con una robusta cinta de espías con una poderosa vena cómica, una hilarante montaña de emociones que también se anexó de inmediato a los anales de la comedia contemporánea. Tiempo después, Feig desató el caos cuando liberó en marzo de 2016 el primer avance de su “Ghostbusters,” no dejando indiferente a nadie con uno de las remakes más polémicos de los últimos tiempos en Hollywood; una actualización que los críticos recibían tibiamente mientras los severos fanáticos— ¿o haters? —le vetaban su apoyo.
Ahora que tal tormenta ya es historia, Feige ha decidido abrazar terrenos inexplorados. En un medio en donde con mayor frecuencia actores, escritores, productores, riesgos de acción y cualquier agente del mundo cinematográfico deciden probar suerte en el mundo de la dirección audiovisual, no hay refutación valida hacia Feig por querer dar su propia versión de David Fincher. De vuelta con protagonistas ferozmente magnéticas y sustanciosas, el cineasta dirige su propia “Gone Girl” impregnándole disimuladamente su particular estilo cómico. Era sugestivo pensar en qué clase de filme podría salir de la ingeniosa mente del guionista, teniendo entre manos un thriller investigativo que necesitaba tomarse en serio. El resultado: un martini de extraña composición, un trago que te quema la garganta.
“A Simple Favor” es, en suma, un estiloso y tolerablemente híper-retorcido thriller psicológico de investigación que pone a Feig en un laboratorio de géneros y tonos que resultan agraciadamente atractivos. Horror y comedia con resultados satisfactorios son una de las osadías cinematográficos en estos días; sin embargo, narrativamente, más meritorio es fundir esta comedia en la prolijidad narrativa de un whodunit, un trabajo de precisión quirúrgica que únicamente un verdadero entendedor de los mecanismos de los géneros puede conseguir; he aquí una prueba de ello.
Uno de los mayores ganchos de este domestic noir es el atrevido estilo puesto, específicamente, sobre los atavíos de sus divas. Innegablemente, los provocativos atuendos que Lively modela con garbo durante los dos primeros actos y Kendrick, con auto-indulgencia, hereda en el último llenan la pantalla de vistosos y especiales decorados. Cada uno de estos momentos de arrolladora moda viene de parte de la diseñadora de vestuario Renée Ehrlich Kalfus, quien con sus originales diseños y su respectiva modelo paraliza la pantalla constantemente. La diseñadora, de forma inaudita, personaliza no solo al par de damas protagonistas, sino al filme mismo mediante diseños que desafían los estándares, algo que el filme ejecuta desde varios frentes. No estarás preparado para ese traje de tres piezas y sombrero negro, con paraguas y lluvia incluidos.
Basado en la novela homónima de Darcey Bell, el guion corre a cargo de Jessica Sharzer— guionista de la sorpresa del verano de 2016 “Nerve,” —con unas cucharadas adicionales de Feig en él. Adhiriéndose al catálogo de adaptaciones cinematográficas de novelas de suspense protagonizadas por mujeres en situaciones moralmente ambiguas, con homicidios, supuestos suicidios y enrevesados pasados impulsando la narración, Sharzer hace lo que puede para mantenerse fiel a la historia base, condensando con tino los momentos claves de la novela de Bell. Sin embargo, con “Gone Girl” y “The Girl On The Train” como tabla de evaluación, su escritura se queda corta entregando resoluciones sólidas, las pirotecnias y sospechosos acontecimientos de la primera hora se ahogan en el descontrolado remolino de conclusiones que se apilan una tras otra cada vez con menor grado de credibilidad.
Emily Nelson no sigue a nadie ni a nada. Lo deducimos desde el primer momento por su relación con su único hijo, su esposo creativamente estancado, su profesión y su reducido círculo social. Es una mujer segura, exitosa, elegante, capaz e ingobernable. No obstante, cuando su “perfección” se ve amenazada por una inminente bancarrota, su verdadero ser sale a florecer. Alrededor de su repentina desaparición se despliegan los procederes investigativos, mientras, alrededor del descubrimiento de secretos y giros la historia encuentra el camino para desvergonzarse con una multitud de twists hilarantes. Olvidando su tercer acto, el personaje es abiertamente intrigante, su diseño es ácidamente atractivo, su personalidad repelente y franca le brinda una perspectiva distinta al modelo, bien diferente a la Amy Dunne de Rosamund Pike. Lastimosamente, en el momento en que el gran misterio es revelado, su personaje se desmorona e inicia un descenso hiriente hacia una caricatura que vira de victima a victimaria con un pulso electrizante y risible.
Blake Lively, pese a no ser una estrella que asegura millones, es una de las caras del filme hacia el frente comercial. Reconocida por muchos como Serena van der Woodsen de “Gossip Girl,” Lively regresó a la pantalla grande en 2015 siendo eternamente joven y atractiva en el drama “The Age of Adaline,” para, después de un pequeño y poco discutido papel en “Café Society” de Woody Allen, revigorizar las killer shark movies con “The Shallows,” filme que Jaume Collet-Serra transformó en una energética carrera por sobrevivir que le permitió a la actriz demostrar sus grandes talentos. Luego del subestimado thriller erótico “All I See Is You,” Lively cae en las manos de Feig para retratar una femme fatale siniestra y sugestiva. Encarnando a Emily una naturaleza apabullante, su caustica, feroz y decidida actuación logra confundir al espectador con respecto a su inocencia, y eso, dentro del filme, significa misión cumplida.
Kendrick, también conocida como Beca de la franquicia “Pitch Perfect,” se entrega a la mejor actuación de su carrera. Lively ya había tenido el vehículo perfecto para demostrar su talento, Kendrick, por lo contrario, al estar sumergida mayormente en la comedia, se había mantenido distante de propuestas de gran alcance y carácter serio. Stephanie, heroína y villana, es la verdadera estrella, mudando de piel de día y de noche. Viuda, mama helicóptero, activa ayudante escolar y vlogger al mismo tiempo, el arco evolutivo del personaje es, además de más verosímil que el de su co-protagonista, tóxicamente disfrutable, virando de amante y madrastra a investigadora con una simpatía y chispa explosiva. Kendrick ejecuta una gran actuación aquí, Lively no decepciona tampoco, pero juntas, son una bomba de secretos, sorpresas y seducción; una de las más únicas y brillantes duplas femeninas en mucho tiempo.
“A Simple Favor” de Paul Feig podría confundirse con un viscoso y desaforado experimento noir por parte del director y productor detrás de “Bridesmaids,” sin embargo, quien esté dispuesto a comprar este fogoso coctel no se sentirá estafado hasta entrado el tercer acto. Feig da una impresión a medio cocer de un Hitchcock fashionista mediante un largometraje digno de reconocimiento dentro del género de missing girl, con giros fortuitos y gratuitos que deleitaran a aquellos que minutos atrás reían cuando no debían. El dúo actoral es inmejorable, su postura es estilística por medio de unos desarmantes atuendos, su soundtrack francés es exquisito y elegante, el diseño de producción es coloridamente sintético y la cinematografía es deficiente pero enfocada. A mitad de camino, la historia cae en un brusco y depravado espiral de revelaciones que, en últimas, es la excusa perfecta para exhibir un genial showcase por parte de Kendrick, una prueba más de que Lively es una actriz subestimada y la capacidad de sorprender de Feig en cualquiera de las formas. La sobresaturación del acto final ciertamente perjudica la historia como un todo, sin embargo, la nueva faceta del director, el diseño de vestuario y la flamante química entre las damas estelares son suficientes alicientes para calmar la resaca al final del viaje.