Chicago, 1968. Joy (Elizabeth Banks), una ama de casa, lleva una vida normal con su esposo y su hija. Pero cuando se queda embarazada sin desearlo y con un riesgo mortal para su salud, nadie está dispuesta a ayudarle en una época en la que legalmente no puede abortar. Su viaje para encontrar una solución a su situación le lleva hasta una organización clandestina de mujeres, liderada por Virginia (Sigourney Weaver), que le brindará una alternativa más segura y le cambiará la vida.
UN UNDERGROUND REVOLUCIONARIO
¿Y lo ingeniosas que son ellas? En 1968, con toda la mierda política que iba llegando, solo faltaba que las mujeres no pudieran decidir qué hacer con su cuerpo, y no poder abortar, ¿y sí eran violadas? Que esa injusticia no deseada caiga en un embarazo y te toque remediar con algo que por ahora no has querido y encima no puedas abortar. ¿O sí tenían las de perder con ese embarazo y les causan problemas de salud o muerte? Pues aquí están, el grupo clandestino de Virginia (protagonizado por la gran Sigourney Weaver además de ser un personaje real, ella es Heather Booth) para contradecir las palabras de los burócratas de los casi 70, haciendo el bien por las mujeres que lo necesitan.
Una de ellas, que se adentra en el grupo, después de su aborto de un coste de 600 dólares, Joy (Elizabeth Banks), madre de una adolescente, un marido criminalista con algunos momentos prescindibles, siendo ama de casa bebiendo a las 4 de la mañana y preparadora de galletas incomibles, y veremos cómo su vida pasa a abortar embarazos no deaseados y cuidar a esas chicas junto a las Jane.
Presenciamos unas sólidas y exquisitas interpretaciones de Elizabeth y Sigourney que te dan ganas de estar con las Jane ayudando al movimiento. Un filme muy bien escrito que no aburre y recalco la interpretación de Cory Michael Smith (Dean) ese médico misterioso que opera a las embarazadas, me encanta, y siempre le he echado de menos en la serie Gotham. Sin embargo, me entristece el hecho de tratar esta árida historia estadounidense con superficialidad sabiendo lo importante que es este grito ahora mismo. Ya que gracias a la sentencia que se dió en el caso Roe contra Wade el aborto se legalizó en 1973, pero hasta hace poco hemos vuelto 50 años atrás.
Aunque la película abarca todo el rato simpleza y superficialidad para tratar un tema complejo y terrible, entendemos el objetivo de Nagy, que se ve claro desde la escena de la manifestación yippie. Y por eso es una película bizarra, impávida y conmovedora. Real e importante para la sociedad desde ahora.
RICARDO VALERO, AGOSTO 2023, ESPAÑA.