Existe una conexión muy significativa entre la primera y la última escena de La trinchera infinita (2019), dirigida por Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, con Belén Cuesta y Antonio De La Torre como protagonistas, las dos están rodadas en exteriores. El resto de la película transcurre en el interior de dos casas, mejor dicho en el interior de dos agujeros dónde se esconde Higinio (Antonio de la Torre), concejal de un pueblo de Andalucía que huye, por miedo a las represalias del bando franquista, cuando estalla la guerra civil en el año 1936, y que cuenta con la complicidad de Rosa (Belén Cuesta), su mujer.
La película narra la historia de un “topo” que se esconde cuando comienza la guerra española en el año 1936 y no sale de su escondite hasta la amnistía de Franco en año 1969.
Aunque tiene un trasfondo político, la historia no se centra en el conflicto bélico, sino en cómo lo perciben unos personajes, en concreto el matrimonio formado por Higinio y Rosa, personajes que, por otra parte, son reflejo de una etapa de la historia de España. A través de ellos podemos ver la forma de ser y pensar de una sociedad a la que le ha tocado vivir momentos de represión y silencios.
La interpretación tanto de Belén Cuesta como de Antonio de la Torre son magníficas. Los dos reflejan a la perfección, las sensaciones que, a lo largo de los largos años de encierro, se producen entre la pareja, como son el miedo, la angustia, el hastío, el cansancio y, sobre todo, el paso del tiempo, tanto a nivel cotidiano como de pareja. Sin embargo, a pesar de la opresión que se respira a lo largo de todo el metraje, el final resulta liberador con la salida al exterior del protagonista.