Maestro Kore-eda
por Philipp EngelLos lazos familiares, y lo que significan, o no, siempre han estado en el centro de las preocupaciones de Hirokazu Kore-eda. Aunque ya tenía un buen carrerón a sus espaldas (After life, Distance), el japonés entró en nuestras salas oscuras con la no menos tenebrosa Nadie sabe (2004), un demoledor drama neorrealista sobre un grupo de niños abandonados a su suerte por una madre algo más que irresponsable. Nos dejó completamente noqueados con aquella tarjeta de presentación, aunque en los últimos tiempos, pese a seguir fiel a sus obsesiones, dio la impresión de haberse ido dulcificando hasta llegar a Nuestra hermana pequeña (2015), suerte de anime con actores de carne y hueso, en donde unas Mujercitas de ojos rasgados acogían en su seno familiar a la pequeña hermanastra de la que no sabían nada. Un asunto de familia conjuga de alguna manera estas dos tendencias, la más dura y la más ñoña, logrando un equilibrio perfecto.
Los protagonistas son un clan de rateros, bastante simpáticos, que podrían recordar a la pícara familia del coreano Song Kang-ho en The Host (Bong Jon-hoo, 2006). Aquí no hay monstruo, si no es aquel que alberga en la parte negra de todo ser humano. Pero sí hay un secuestro. Entre hurto y hurto, la pareja que lleva las riendas familiares se apiada de una niña que parece vivir abandonada en el balcón de su casa, hambrienta y llorosa, como los niños de Nadie sabe, y deciden adoptarla, convirtiéndola en la hermana pequeña del niño que, entrenado por el patriarca, roba en las tiendas del barrio. Algo no está bien, obviamente, en este proceso de adopción, y, aunque la niña antes maltratada es feliz con su nueva vida, la tensión se acabará liberando en el último tercio del film, poniendo en tela de juicio las diversas transgresiones de esta familia no al uso, que dejan en el aire una cadena de problemas morales. Desde la delincuencia como forma de vida a la pertinencia de esa consaguinidad, que tantos disgustos ha reportado en la historia de la Humanidad. El pequeño del clan intenta proteger a la niña recién llegada de la educación de un ladrón que él mismo ha recibido. Pero de una manera o de otra resulta imposible escapar a la culpa. El largo plano fijo sobre el rostro de la gran Sakura Andô (Love Exposure) resulta demoledor en este sentido.
Retrato humanista, a la par que punzante, de un grupo de supervivientes en lo más bajo de la escala social, Un asunto de familia es algo más que el perdurable compendio de los temas de Kore-eda en el último tramo de su carrera, un film en el que también podemos encontrar trazas de El tercer asesinato (2017), De tal padre, tal hijo (2013) e incluso de Air Doll (2009). Tampoco es sólo la película de consenso que puso de acuerdo al Jurado presidido por Cate Blanchett, que le otorgó una merecida Palma de Oro en una edición cannoise particularmente sobresaliente. Un asunto de familia es la mejor película de Kore-eda en años, y el enésismo certificado de que, como heredero de Ozu o Naruse, da la talla de sobras. El Oscar es una estatuilla que incluso le viene pequeña.