Cuatro notas y un funeral
por Marcos GandíaDanny Boyle y Richard Curtis juntos. Podría aplicarse aquí la frase hecha referida a los extraños compañeros de cama, en este caso siendo el lecho el de la comedia romántica con acompañamiento de buen rollito y excusa fantástica. En realidad, ambos autores están más cerca el uno del otro de lo que los prejuicios podrían hacernos creer.
Las fábulas morales (a veces de vergonzosa moralina: Slumdog Millionaire) no le son ajenas a Boyle, ni siquiera el toque sobrenatural (Millones, Una historia verdadera), pero lo que de verdad le une a Richard Curtis es un extraño fatalismo, una inmensa tristeza disfrazada de conformista felicidad y 'happy ending'. Las películas del autor de Trainspotting representan la crónica de seres mediocres, anónimos, que de repente pueden destacar, alcanzar el paraíso, tenerlo al alcance de sus dedos. Su fracaso está anunciado: ni el edén es paradisíaco, ni ellos van a tener otra certeza que la muerte. Jack, el antihéroe de Yesterday, es el típico antihéroe Danny Boyle, alguien que ni siquiera se refleja del todo en los espejos (la mayoría rotos, rajados). Un ser anónimo que tendrá la oportunidad de dejar de serlo precisamente a partir del olvido universal, de la ignorancia del resto del mundo. Su don (recordar las canciones de The Beatles y apropiárselas) será, claro, su maldición.
Yesterday, además de su filigrana de guión a costa de los cuatro de Liverpool y sus temas como elemento dramático y cómico, conecta con las más amargas parábolas de tragicomedias Ealing como El hombre del traje blanco, de Alexander Mackendrick, a la cual cita directamente en la secuencia del acoso de las masas (que a su vez cita al canónico debut de The Beatles en la gran pantalla: Qué noche la de aquel día), o con eso tan británico (o tan Frank Capra) de enfrentar a británicos con norteamericanos. Sin embargo, no es en este sentido donde se disfruta más Yesterday, que es una 'romcom' y una obra cien por cien Richard Curtis, sino en ese espacio donde quien canta es la muerte, el paso inexorable del tiempo y el destino. Cuando Yesterday nos acompaña a una casita en la playa para un encuentro que no por esperado resulta menos emotivo y conmovedor, sabemos que estamos yendo al pasado que cerraba Una cuestión de tiempo, el magistral filme escrito y dirigido por Curtis: la playa, el ayer/presente, el padre recobrado por unos minutos, el olvido. Es entonces cuando Danny Boyle se nos desnuda como autor del sentimiento más que de lo epidérmico y provocador. Y lo hace mientras nos deja llorar. Como pasa con algunas de las canciones de The Beatles. Las que no podremos olvidar.