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    Border
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Border

    Fisicidad brutal

    por Violeta Kovacsics

    Pocos espacios resultan tan sugerentes como la frontera, capaz de remitir dos parajes distintos y, a la vez, de convertirse en un no-lugar. Lo fronterizo define precisamente Border, cuya protagonista es guarda de seguridad en un puesto aduanero marítimo, una mujer de físico extraño, de rostro afeado, de olfato mágicamente desarrollado. Este don es la clave del misterio que propone Border: por un lado, porque le permite convertirse en una especie de superdetective, capaz de detectar los secretos de los pasajeros que pasan por la aduana, desatando así una trama propia del thriller; por el otro, porque este olfato insinúa la naturaleza de la protagonista, que no es exactamente humana. Es decir: como el propio concepto de frontera, se sitúa en un no-lugar. Su físico se asemeja al de los humanos y está perfectamente integrada en el mundo civilizado, pero su esencia es otra; o, dicho de otra manera, quizá no es ni una cosa ni la otra o simplemente lo es todo.

    Esta cuestión, identitaria y propia del fantástico, remite al autor de la novela en la que se basa Border, escrita por John Ajvide Lindqvist. El discurso en torno al afecto y a la diferencia resulta similar al de Déjame entrar, aquella película de vampiros adolescentes que adaptaba también una novela de Lindqvist. Sin embargo, que el autor del texto no nos impida ver al auténtico artífice de esta fascinante extrañeza que es Border. Para observar las maneras de hacer del director, Ali Abbasi, cabe volver a la frontera, a la manera en que el cineasta filma el lugar, hace hincapié en el espacio, en el simple pasillo donde se sitúa la protagonista y por donde circulan los pasajeros que acaban de llegar en el ferry. Cabe pensar, también, en el plano contraplano que dispone Abbasi para relatar el encuentro entre la agente de aduanas y un hombre que se parece extrañamente a ella. La herramienta clásica por antonomasia a la hora de dibujar en enamoramiento se pone aquí al servicio de un romance poco normativo.

    Abbasi debutó con una película que, emulando la propuesta de Roman Polanski en su día, relataba el embarazo y la maternidad desde el terror. Shelley versaba en torno a una mujer búlgara que ponía su vientre para gestar el bebé de una pareja sueca. De nuevo, asoma la cuestión de la otredad, tan presente en Border (e, intuyo, propia de un autor nórdico a la vez que iraní).

    Shelley evidenciaba también el gusto de Abbasi por explorar el cuerpo. En Border, la fisicidad se impone de manera más bruta, mediante la cercanía de una cámara que se pega a los cuerpos de sus protagonistas en pleno encuentro sexual, en un entorno natural, entre las hojas húmedas de un bosque, entre el vaho de un lago en invierno, en un lugar que denota la condición de sus protagonistas, de estos seres que se sitúan entre lo salvaje y lo civilizado, en un lugar fronterizo.

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