DOLOR Y GLORIA…MI CARTA DE DESPEDIDA PARA ALMODÓVAR
Hola Pedro:
Te escribo para despedirme.
Sí, sé que hace tiempo que nos conocemos. En realidad, soy yo quien te conoce a ti. Yo sólo soy uno de esos que ayuda a pagar tus facturas, aunque tú ni siquiera sabes que existo. Uno de tantos que permitimos que sigas haciendo eso que tanto te gusta, y nos gusta, que se llama cine.
Hace tiempo, sí, desde aquellos maravillosos 80. Ambos los vivimos, ambos los sobrevivimos y nos hemos adaptado, como hemos podido, a los tiempos venideros. Eso que se llama madurar.
Te disfruté en esa década, incluso más allá de ella. Pero es hora de dejarte ir.
Si lo pienso, son muchas más las películas tuyas que no me han gustado que las que sí lo han hecho. Y Un puñado las que me han enamorado. Pero uno ya está en esa edad en que no regala devociones. En que se compra los calzoncillos porque le gustan y no porque se vea la marca en goma, o que lleva polos sin que tenga que verse la etiqueta. En que quiere, o no, a las cosas y a las personas por lo que son, no por su status, no por su marca, ni por quien las firma. Hace ya demasiadas películas que no te encuentro. Son tantas decepciones que apenas te busco. En el fondo intuía que no iba a ser distinto con ésta. En el fondo sabía que sólo te veía porque había que verte, no porque deseara verte.
No me equivocaba: me has desinteresado y me has aburrido tanto que lo único que deseaba es que acabase tu plañir burgués de niño mimado e irme a casa a cenar. Tu lamento me ha sonado tan ligero y tan lejano que ni lo he escuchado. Tu dolor no me duele, no me inmuta y mucho menos me conmueve. Te veo con la misma frialdad con que te muestras.
Y por cierto, tu álter ego me parece aún peor actor ahora que en los ochenta. Apenas te reconozco como ese gran director de actores y de actrices que otrora fuiste. La artificiosidad que te hizo tan grande es resulta casi paródico. Un momentazo de Asier Etxendía, una enorme Julieta Serrano, una Penélope aceptable…poco más.
Me alegro mucho que te hayamos servido de terapia, que hayamos ayudado a ahuyentar tus fantasmas y que además no sólo hayas tenido que pagar a un psicólogo (como tendríamos que hacer el resto de los mortales), sino que encima hayas ganado dinero con ello. Me alegro de verdad. Pero hasta aquí he llegado.
Ni te conozco ni te quiero tanto como para seguir compartiendo tus neurosis aburguesadas ni tus confesiones a medias. No me despierta ninguna curiosidad saber qué parte de tu película pertenece a tu vida vivida, a tu vida reimaginada, o es fruto de tu literatura. No me interesa tu vida; no me importa tu vida y no quiero seguir siendo otra plañidera de tus lamentaciones ni quiero jalear tus pataletas o tus delirios. Somos muchos los que te hemos convertido en un niño mimado, los que no hemos sabido decir NO cuando era evidente el NO. Yo me descuelgo de ese ejército de consentidores. Tienes ya suficientes sin mí, y te seguirán siendo fieles, no te preocupes; tu marca está afianzada. Te dejo, ya sabes, no es por ti, es por mí. Sigue triunfando por donde vayas, te lo deseo de corazón, que a mí no me necesitas. No nos necesitamos. Es más, creo que ya ni nos caemos bien