Enhebrar una aguja, un gesto que necesita de precisión y buen pulso. Complejo y casi imposible para cualquier otra especie que no sea la humana, pero ¿Qué es lo que nos hace tan “especiales” con respecto al resto? Un detalle minúsculo pero que cambia el transcurso de nuestra historia, pulgares oponibles.
La virtud de poder mover el dedo en cuestión en dirección contraria al resto y apoyar uno sobre otro para hacer acciones concretas… un detalle que lo cambio todo. La capacidad de agarrar, de tocar, de acariciar, el comienzo del uso de objetos para otros fines lúdicos o de caza pero lo mas importante la capacidad de aplicar nuestras ideas. El conocimiento de hasta donde podían llegar nuestras extremidades hizo que nuestro cerebro se expandiera y evolucionara como nunca antes, todas esos pensamientos que rondaron la cabeza del ser humano durante años se materializaban coches, ciudades, magníficos textos, increíbles pinturas nuestra mente alcanzaba sus cotas mas altas moldeando así nuestro bien mas preciado. Una herramienta poderosisima con un sin fin de usos, pero como dijo el tío Ben “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” y este no es para menos.
Nuestra mente es juguetona e impredecible, nunca sabemos si somos nosotros los que gobernamos sobre ella o si estamos nosotros a merced de sus desvaríos, si no sabemos manejarla corremos el peligro de sufrir sus constantes ataques, bombardeos de dañinos recuerdos, dudas existenciales, temores y contradicciones sin sentido dejando así nuestro mejor arma inservible y a nosotros atrapados entre sus telarañas al igual que Salvador Mallo (Antonio Banderas) el protagonista y prácticamente autor de la obra que vamos a tratar.
Almodovar plasma en esta película un retrato autoficticio en la que un director de cine plagado de dolencias tanto etéreas como palpables se encuentra en una crisis creativa y personal por culpa paradójicamente de esa mente que en un pasado tantos éxitos le trajo pero hoy le atormenta y le bloquea. Los recuerdos de una infancia rodeado de crudeza y beatos junto con los últimos momentos que Salvador pasa con su madre. Lejos de convertirse en un refuerzo en cuanto a que dichas experiencias son las que le han hecho llegar donde esta y ser quien es, le lastran o traban convirtiéndolo en algo menos que un zombi que deambulando de lado a lado sin mas objetivo que dejar pasar su tiempo hasta que este termine.
Sin ser un gran conocedor de la obra de Almodovar a excepción de sus clásicos como “Volver” o “Mujeres al borde de un ataque de nervios” he de reconocerle el grandísimo talento que tiene para narrar sus historias y la habilidad con la que maneja el lenguaje cinematográfico. Un claro ejemplo de esto es el monologo inicial en el que apoyándose con una animación relata sus primeros años como director y de que manera estos le completaron como individuo ademas de la radiografía sobre sus posteriores dolencias.
Se dice que la primera regla del cine es muestra no cuentes, pero como ya demostró Martin Scorsese en “El lobo de wall street” la figura del narrador es muy agradecida si se sabe utilizar como es el caso que nos ocupa, ademas de esto los continuos flahsbacks hacia su niñez mezclados con la idea final en la que la propia película que vemos es la que finalmente se esta rodando me resultan muy bien hiladas, gracias también a la gran banda sonora creada por Alberto Iglesias en la que todas las escenas sobre la niñez son acompañadas por ese violín de fondo que genera cierto sentido de ensoñación, trasladando esa nostalgia con la que el protagonista siente estos recuerdos al espectador.
Pero aun siendo una película mas que notable no todo es perfecto, hay pequeños momentos de la trama que me dejan un tanto frio. Casi todas las partes en las que se relaciona a Salvador con el consumo de heroína no me parecen mas que un poco de lechuga en medio de una buena hamburguesa,algo que si quitásemos no notaríamos. Aunque representativo de esa explosión cultural y de libertad que supuso la movida madrileña esa imagen que nos quieren presentar de un drogadicto al que el hecho de dejar el caballo causa un antes y un después en como afrontara la vida de ahora en adelante carece de la suficiente fuerza como para que nos lo tomemos enserio y lo veamos como un verdadero obstáculo en su vida, no va mas allá de un tonteo con las drogas como cuando alguien te ofrece un porro en una fiesta.
Pero una de cal y otras de arena, quitando este detalle que apenas hace decaer la película el verdadero plato fuerte y por lo que se recordara son por sus actuaciones. Desde el agradecido cameo de Rosalía simplemente para que podamos gritar a la pantalla “¡Ole, ole la Rosalía!” hasta un renacido Antonio Banderas con la que probablemente sea la mejor actuación de su vida.
Desmigando un poco mas esta parte tenemos a todo un descubrimiento para el la gran pantalla, que no de la televisión,como es Asier Etxeandia con el que al igual que el protagonista coincido con que tras el segundo visionado su actuación mejora notablemente. Esa escena en el teatro aguantado un primerísimo plano requiere de mucho trabajo previo para poder estar a la altura. Siguiendo con la que para mi ha sido la verdadera alegría de la película y es nada menos que Penelope Cruz, no dudo ni mucho menos de su talento pero es asombroso hasta que punto hace que me crea a esa madre de antaño, sus andares, sus preocupaciones, la forma de hablar, esa picaresca que solo la vida puede enseñarte simplemente asombroso, sin desmerecer el trabajo de Raul Arévalo, el cual tiene mucho menos apariciones lo cual tambien denota la ausencia del padre en la vida de Salvador, pero a Penelope me la creo desde el momento que parte la tableta de chocolate. Junto a este ya gran reparto, como guinda, el que para mi es este año el trabajo mas meritorio para alzarse con la estatuilla, Antonio Banderas con una portentosa actuación se enfunda en la piel de su director y amigo Pedro Almodovar, es evidente que el hecho de tener tan cerca al personaje que vas interpretar ayuda pero es una caracterización tan buena, Banderas mide al milímetro los gestos que hace y como los hace, detalles minuciosos en las acciones mas comunes dan un empaque perfecto al personaje, como coge las gafas para leer una carta, su voz trémula en determinados momentos cuando habla con su madre, la forma en la que reacciona al esnifar una ralla de cocaína simplemente impresionante, gestos que solo el personaje original seria capaz de reproducir con esa naturalidad. Aparte el malagueño tiene escenas de lucimiento en las que te mete perfectamente en piel del personaje desde las magnificas conversaciones con su madre hasta la que para mi ya es una escena que prevalecerá en el imaginario cinematográfico español, el tramo en el que se reúne con su examante Fernando, el cual conoce durante sus primeros años en Madrid, se plantea de la misma forma en la que yo me imaginaria una segunda parte de “Call me by your name” y le despide en la puerta con esa escena ya característica del film tras un gran morreo para recordar.
En resumen y para acabar un film al alcance de muy pocos, la profundidad con la que Almodovar se conoce a si mismo es admirable a la par que enfermiza y consigue plasmarlo a la perfección sin perder ese estilo característico del director en la utilización de los colores y la iluminación en algunas escenas, una seña de identidad en su cine como el tabaco “Red Apple” en las películas de Tarantino. Y sin más dilación como dijo Salvador Mallo, buen viaje, muchas gracias por venir de verdad.