Submundo
por Philipp EngelSi Edificio España, el anterior documental de Víctor Moreno (cuyo estreno se vio largamente paralizado por el banco propietario del emblemático rascacielos madrileño), se acabó erigiendo en metáfora de un país en crisis, vaciado por dentro, víctima de la cultura del tocho y otras, La ciudad oculta podría ser la alegoría de ese mismo país, inmerso en la oscuridad, o incluso un buen símil para ese Otro Cine Español, que permanece en las catacumbas de la industria, cada vez más sumergido, pese a sus ríos de oscuro talento. En realidad, La ciudad oculta es una pantalla en la que cada espectador puede proyectar lo que le venga en gana. La película deja de sobras espacio para ello. Y espacio, en toda su polisemia, es la palabra clave para enfrentarse a La ciudad oculta, una película experimental, exigente, esencialmente abstracta. Pero al mismo tiempo completamente asequible. Una odisea espacial apta para todos los públicos.
Si Edificio España, metáfora involuntaria, podía recordar al clásico En construcción (José Luis Guerin, 2001), y abundaba en presencia humana, incluyendo entrevistas breves con personajes memorables, La ciudad oculta evacúa más bien a la Humanidad, aunque presta atención a otros animales extraviados, y se construye como un hipnótico montaje de planos relacionados entre sí más por rimas visuales que por una lógica narrativa, como el cine silente de Dziga Vertov, maestro del montaje, o aquella Berlín, sinfonía de una ciudad (Walter Ruttman, 1927). Aunque en versión de Metrópolis subterránea, y totalmente contemporánea, claro, más cercana al 2001 de Kubrick, por su búsqueda incesante de un imaginario tecnológico e industrial, que nos es extraño. Película abstracta, decíamos, también juega con lo micro y lo macro, partiendo de un plano inicial que es toda una declaración de principios: parece una gran noche estrellada, un cielo negro repleto de puntitos luminosos, pero al rato, conforme nuestros ojos se van acostumbrando a la oscuridad envolvente, descubrimos que no son más que motas de humedad en la pared.
Si Edificio España trataba de alcanzar el cielo, lo que propone La ciudad oculta es un viaje al centro de la Tierra, un trip en toda regla que nos lleva a un lugar en el que nunca sabemos muy bien donde estamos, porque ese mundo de ahí abajo, manipulado a su antojo por Moreno, podría estar bajo esa alcantarilla de ahí al lado, como en las cloacas de cualquier ciudad del mundo. Incluso podemos llegar a despegar en nuestra butaca rumbo a otro planeta. ¿Documental? Más bien ciencia-ficción heredera de La jetée (Chris Marker, 1962), en la que la Humanidad de otro futuro postapocalíptico había optado por refugiarse bajo tierra. Moreno nos demuestra de sobras que entre eso y perderse en el espacio infinito a bordo de una nave tampoco hay mucha diferencia. El cielo negro estrellado sigue estando ahí fuera.