Jean Marie Gill era una de las criminales más reconocidas en los Estados Unidos de los años 70. GIll se había asentado en un Pittsburgh al que había ofrecido locales en los que se realizaban masajes eróticos ilegales y, por otro lado, era la mayor distribuidora de unos anabolizantes que supuestamente podrían haber consumido los Pittsburgh Steelers de la época, uno de los equipos de fútbol americano más renocidos de la Historia. Todo esto lo hacía vestida como un hombre y utilizando sus contactos en la comunidad LGTBI para expandir su imperio.