Variedades de París
por Miguel BlancoPara Hollywood, París siempre ha sido un importante filón para sus películas, ya que allí se encuentran buena parte de los sueños de amor y felicidad de los espectadores. París como ciudad del romance, de la belleza, de una época mágica. La sala de espectáculos del Moulin Rouge ya fue protagonista central de dos películas en el pasado: una a cargo del clásico del cine silente alemán Ewald André Dupont y otra dirigida por John Huston, además de la obra maestra del gran Jean Renoir, la excepcional 'French Cancan', film que marcó el regreso del cineasta a su país tras casi dos décadas de ausencia.
En esta actualización, Baz Luhrmann lleva París y la casa de variedades a su terreno, un espectáculo posmoderno dominado por la brillantina, el maquillaje exagerado y los colores chillones. Es un film exagerado y vanidoso, pero también imprevisible y creativo. Por lo tanto, si bien puede empezar causando un rechazo inicial, por su alternancia entre lo dramático y lo cómico, y por su estética demencial, es imposible que hasta los más críticos no valoren al menos alguno de sus riesgos. A partir de una historia tópica de un triángulo amoroso entre un joven soñador, una bellísima artista y un hombre mayor y poderoso, Luhrman se entrega al espectáculo visual y a desplegar fascinantes coreografías finales en las que mezcla la estética decimonónica con la trash, el kitsch con lo steampunk. No hay límites.
A favor: Un reto para los espectadores que quieren ser sorprendidos a cada segundo.
En contra: Sus evidentes desequilibrios.