MI CRITICA
TRES MIL AÑOS ESPERANDOTE
Película australiana del 2022, de una duración de 108 minutos, bajo dirección de George Miller, y Guión de Augusta Gore y A.S.Byatt (srelato-femele), con un presupuesto de 60 millones.
Un largometraje que es una auténtica lección de narratología a la que su director George Miller, la dota de amor, creación, música, vestuario,esneogeafia, y trama, ambientada entre Estambul y Londres, aunque las historias que cuenta el djinn ocurren, en general, en el mundo árabe (muy sugerente y, al mismo tiempo, cinéfila resulta la de Salomón y la reina de Saba). Basada en un relato corto de A. S. Byatt, cuenta la historia de una narratóloga, Alithea (Tilda Swinton), que viaja a Estambul para participar en un congreso, y allí, en el Gran Bazar, compra un frasco que alberga dentro a un djinn [un genio] (interpretado por Idris Elba), Lo que hace que viajemos a lo largo de un sensible cuento de amor para adultos.
Una película que se asienta sobre el arte de contar historias, que ofrece, por un lado, la tradición oral representada por el genio, y, por otro, el análisis narratológico practicado por una doctora en literatura. El djinn pertenece al mundo del mito, pero la experta en literatura se mueve en el mundo del logos, el de la razón como principio racional de todo. Al final, lo que encontramos es un duelo entre dos personajes muy interesantes, interpretados, además, por dos grandísimos actores a los que no resulta tan fácil ver en papeles protagonistas. Idris Elba tiene una presencia física imponente; Tilda Swinton compone un personaje con más aristas y secretos que el propio djinn. En definitiva, este relato de relatos, este cuento de cuentos, como el Decamerón, Las mil y una noches o Los cuentos de Canterbury, encierra a sus protagonistas en un lugar concreto (hortus conclusus), en este caso, una habitación de hotel, y es la propia narración la que nos va llevando de un lugar a otro, de un siglo a otro, de un relato a otro.
Como buena obra sobre las historias y las palabras, comienza con la pantalla en negro y una voz en off, la de nuestra narradora, Alithea, quien está contado su historia.
Ha pasado de estudiarlas y consumirlas a hacerlas, a crearlas; un mensaje humanista que, en una época en la que vivimos, cuando nuestra propia definición de cultura es tan limitante y limitada, se vuelve necesario. De igual manera, en un tiempo tan pesimista y cínico, en el que es tan fácil mirarlo con desprecio, se vuelve necesaria la visión vitalista del Djin del mundo actual, observando los pequeños detalles y los grandes acontecimientos que hacen de la humanidad y sus logros algo magnífico y maravilloso.
El film solo usa esos efectos digitales cuando se requiere para transportar al espectador a través de eras del pasado y entornos mágicos que solo los genios pueden atravesar. La mayor parte del relato es una narración de Elba dando a conocer a su compañera la trayectoria de su vida, y como si se tratase de una historia para niños pequeños, Miller envuelve al espectador y hace que se pierda en constantes conexiones y referencias a personajes históricos y seres mitológicos. El libreto del cineasta adapta un relato corto de A.S. Byatt, y no podría estar mejor estirado. Eso sí, por mucho que Miller pueda maravillarnos con su fantasía, Tres mil años esperándote pierde fuelle en un tercer acto que debería suponer el clímax de ese romance entre los protagonistas.
Un primer problema es que para ser una historia de amor, todo resulta tremendamente frío y carente de emoción. Creo que Swinton y Elba hacen lo que Miller pide en cada momento, pero no consiguen que su carisma atraviese el velo de frialdad que tiene el conjunto. Elba por sus prótesis imposibles y exceso de verborrea, y Swinton por culpa de un personaje, la dra. Alithea Binnie, que no consigue parecer humana en ningún momento, mostrándose como el elemento del argumento necesario para que haya película y empecemos a conocer las diferentes historias que contará el djinn. Por ejemplo, se sugiere un posible trauma ¿por un embarazo fallido? de lo que no llegamos a conocer nada, y así todo lo relativo a sus motivaciones o anhelos.
Miller creo que comete un tremendo error de concepto en la película, y es que olvida el clásico «show, don´t tell». De hecho, sabemos que la película es un análisis sobre las historias y cómo nos cambian porque es verbalizado literalmente durante la propia película, ofreciendo un cero en sutileza a lo largo de la narración. Y es que a pesar de algunos momentos en los que Miller intenta apabullarnos con un despliegue visual, la película no llega a entender que no es lo mismo decirnos que dos personajes están enamoradas que mostrárnoslo, aumentando por tanto la sensación de frialdad sobre la que comentaba antes. De hecho, puede pasar que aunque los personajes lo verbalicen, la frialdad del conjunto haga que no te lo creas, o que te de igual llegados a ese punto.