Película española del 2019, de una duración de 111 minutos, bajo dirección de Paco Cabezas y guión de José Rodríguez y Carmen Jiménez, con un presupuesto de 200.000 euros. Thriller gitano.
Historia ambientada en el mundo del narcotráfico periférico de Sevilla y, las luchas de las familias que conviven en su marginalidad.
Un preso de tercer grado padre de familia, sale con un permiso para asistir a la comunión de su hija. Pero contra lo que pretendia ser un día feliz, explota ante la muerte accidental de la niña, destapando todo el entramado de corrupción policial y el narcotráfico.
La película desarrolla su discurso noir bajo la apariencia de un sórdido ejercicio de suspense y crimen que no sólo resulta efectivo en el desarrollo de su trama y en la sucesión de unos giros que invitan a verla atentos; también brilla resplandeciente tanto en sus pasajes entregados plenamente a la acción como en los más íntimos. Una magistral formula de fondo y forma que, transcurre sin escatimar en crudeza e intensidad en el proceso del duelo y las relaciones paternofiliales, ante un ambiente urbano desolador.
La película es un viaje emocional que sobrepasa los patrones del género narrativo elegido. Un filme con la venganza como principal frente de su trama, pero con cientos de matices sensitivo que esta vez va más allá del puro entretenimiento.
El gran scrip creado por el también sevillano José Rodríguez profundiza en el dolor, en el amor y en la pérdida de un matrimonios con deseo de futuro, que se ven heridos, por la dureza del barrio.
Sobre estas bases Paco Cabezas ha creado un arrollador thriller de venganza con una fuerte personalidad andaluza. Gracias a la música y a la espontaneidad y realismo de diálogos y actuaciones
que se convierte en un quejio flamenco en su dolor.
Las partes de acción son vibrantes y dan buena cuenta de las capacidades del director para coreografiar la violencia al frente de grandes escenas, y su gris fotografía de abandono consigue trasportarnos a estas vidas que se mueven en la noche y la oscuridad.
El principal problema del metraje es que este trepidante thriller de acción está enmarcado en una historia de redención bastante menos estimulante. El personaje de Juan (Mario Casas) quiere escapar del destino que le ha sido asignado al nacer dentro de una familia enfrentada a otra. Lo cual exige una mayor atención al detalle a la hora de construir situaciones y personajes para que estos no se conviertan en meros resortes para hacer avanzar la trama, algo que se va haciendo cada vez más evidente según pasan los minutos.
Fantástico reparto de Mario Casas y Natalia de Molina formando una pareja protagonista sólida y ponen su talento al servicio del dolor de sus personajes, pero como estos no encuentran una voz propia el impacto de sus interpretaciones acaba siendo limitado.
El mismo oficio se percibe en los trabajos sólidos de Ruth Díaz y Carlos Bardem en poli buena y poli corrupto, mientras que al trío de Vicente Romero, Mauricio Morales y Mona Martínez le sienta bien sus personajes más macarras y oscuros del clan.
Una puesta en escena precisa y vibrante de las 3.000 viviendas de Sevilla; montada en paralelo a tres bandas y poseedora de un trabajo de tomas y montaje impecables. Su sevillano diréctor se permite jugar con drones y cámara en hombro para retratar la realidad de los barrios de bajos fondos tanto en su lado más negativo y cruel de sus rincones y escombros, así como en su lado más inocente y desconocido.
Aunque esta marcada diferencia entre el guion y la puesta en escena perjudique al conjunto de la película y le impida alcanzar cotas más altas, la historia funciona gracias a lo vibrante y arrollador de su propuesta formal y a la fuerza e ilusión que se nota que Cabezas ha conseguido trasmitir al resto del equipo. No es una película redonda pero sí un buen thriller con un profundo arraigo en el lugar en el que está ambientado, y la ambicion que le imprime.
Quizá conscientes de que el espectador está familiarizado con estas tramas, la escritura del filme se queda en la parte externa sin desarrollar el perfil psicológico de los personajes, confiando en exceso a la pirotecnia propia del género, y dejando solo en apuntes algunas buena idea como es el poder de los personajes femeninos que se rebelan en un entorno eminentemente masculino: Triana madre de la niña, la matriarcal abuela Maria Santos, y la joven inspectora Eli.
Mención especial también para la banda sonora original compuesta por Zeltia Montes y a una canción interpretada por Rosalía que pone los pelos de punta como contrapunto emocional del filme.