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    Litus
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Litus

    Cartas sobre la mesa

    por Marcos Gandía

    Curiosa la carrera y filmografía de Dani de la Orden. Junto a sus dos films, hasta la fecha, más personales, aquellos que le pusieron en la órbita de proyectos más comerciales, esas dos cartas de amor a la comedia romántica según Richard Curtis que son Barcelona, noche de verano y Barcelona, noche de invierno, coexisten títulos que funcionaron muy bien en taquilla (El pregón, El mejor verano de mi vida) y que el director despachó con tanta profesionalidad como cierto desapego ante eso tan incómodo para algunos autores como son los encargos.

    Litus se hallaría dentro de los terrenos de lo personal. De la Orden llevaba años tratando de llevar a la gran pantalla la pequeña pieza teatral original de Marta Buchaca (coguionista de la película, aunque abierta a los cambios que el director ha añadido) y su rédito de cineasta que ha hecho ganar dinero a sus productores, y que no ha provocado ningún retraso o problemas al vérselas con trabajos rutinarios o remakes de éxitos italianos ha sido esencial para que por fin se las viera con Litus. ¿Quiere eso decir que aquí, en esta agridulce comedia generacional donde los reproches y la muerte tienen más importancia que el amor o la amistad, se crece como autor? Pues curiosamente, no del todo. Sí es verdad que la estructura claustrofóbica y escénica de Litus permiten a Dani de la Orden ponerse casi a la altura de Ingmar Bergman (la obsesiva utilización de los primeros planos para desnudar el mundo interior de los personajes) y la entrega al modelo epistolar/oral, que es el pie para las réplicas y las sucesivas confesiones, harían creer que el firmante de algunos de los episodios más trash y tórridos de la demencial teleserie Élite emparentan al largometraje (tampoco tan largo en metraje, lo que se agradece), se ha plegado a ciertos ejemplos de cine indie y de cine de afrancesado porte confesional.

    Sin embargo, por otro lado, no sabría decir si conscientemente, Dani de la Orden aligera esa tonalidad referencial puntín pedante (el material de la obra de teatro tampoco es que fuera más allá de un déjà vu), confiriendo a la película el ritmo, la ligereza y la sorna que hicieron triunfar en taquilla a sus obras menos personales y de encargo. Así, algunos de los convocados a esta lectura póstuma de cartas de un amigo (o algo más) suicida son más una caricatura de cualesquier 'sitcom' made in Globomedia que ítems dramáticos. Añadamos que varios de los actores tampoco es que estén en el mejor verano (o septiembre) de sus vidas. En resumen: Litus es muy hija de su director (no está Richard Curtis, pero sí los amigos de Peter, de Kenneth Branagh, que es casi como si lo fuera) tanto en lo bueno (su don para observar irónicamente el desnorte de una generación de treintañeros profundamente gilipollas) como en lo malo (su rebaje de lo tragicómico para contentar a un público mayoritario).

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