"Apocalypse Now" es probablemente, el film más ostentoso, técnico y famoso del subgénero bélico, considerado con justicia como película de culto. Inspirada en la novela corta de Joseph Conrad, “Heart of Darkness” (1899), dirigida por Francis Ford Coppola. Es el filme más complejo en términos narrativos y técnicos del legendario director. Aunque al mismo tiempo no deja de ser el más pretencioso, y ello se debe a que Coppola parece haber concebido inconscientemente esta experiencia fílmica como un verdadero infierno, ya no sólo tomando en cuenta la dimensión del proyecto sino también el contexto del rodaje, siendo hasta la fecha su obra más trabajada y sacrificada. Tras el rotundo éxito de crítica y público de la segunda entrega de “El Padrino”, la vara había quedado demasiado alta para el exitoso realizador, por lo tanto no era extraño que se embarcará en un proyecto más ambicioso aún. Cuando Coppola, junto a John Milius había terminado el guión, no se imaginaba la cantidad de problemas que iba a tener que enfrentar, comenzando con la dificultad de encontrar al protagónico de Kurtz, ya que difícilmente se aceptaría involucrarse en un rodaje infernal en Filipinas, siguiendo con el ataque cardíaco que sufriría el elegido final, Martin Sheen, y que casi acabó con su vida. Las exigencias de Marlon Brando, que se mostró especialmente intratable, teniendo conflictos cotidianos con el resto del reparto, así como sus exigencias económicas.
Ni hablar de los contratiempos en Filipinas, con un clima inhóspito, condiciones de estadía muy difíciles y el ejército de Filipinas retirándole los helicópteros que Coppola le había contratado, porque los necesitaban para la guerra civil que sostenían. En términos narrativos, Coppola y Milius sólo toman a los dos personajes protagónicos, el ambiente de salvajismo elemental y el viaje espiritual y pesadillesco de Willard para encontrar a Kurtz de la obra de Conrad. Que el director haya decidido ambientarla en la Guerra de Vietnam, una vieja y hasta la fecha herida abierta para la sociedad estadounidense, además de exponer dos protagonistas en plena lucha existencialista, otorgándole a la cinta una suerte de otro autoexorcismo cinematográfico que la sociedad estadounidense pedía a gritos. Coppola intenta ser demasiado metafórico y hasta etéreo en su visión del conflicto, cuestión que al menos a mí y creo que no a pocos puede resultar demasiada ajena a la realidad, con tintes incluso demasiado surrealistas con un ex boina verde convertido en ídolo por una tribu indígena y un séquito de militares, en una suerte de burbuja mientras afuera el mundo se desangra. Todo un paroxismo delirante, aunque se trate de un retrato de la locura, que cuesta digerir y que no a todos los públicos les puede gustar, pero que necesita en mi opinión un virtuosismo narrativo que alcanza sólo por momentos, en especial al final, pero no de forma equilibrada en el producto total.
Destacar las escenas como la del bombardeo de Napalm con la música de Wagner de fondo, la del robo de la tabla de surf del Teniente Coronel Kilgore, el carácter irreverente de los soldados que acompañan a Willard en la subida por el río con esa emblemática escena en que un cohete los descubre a los nativos e inicia una balacera antológica, la brutal escena de los nativos decapitando una vaca a punta de machetazos, y aquellas escenas finales de Kurtz con su discurso megalomaníaco sobre el horror y la muerte. En la versión Redux, se incluyen escenas en las que Willard hace contacto con un grupo de colones franceses, que en mi opinión, hubiese estado más acertado si hubiese tenido en el guión algún argumento esclavista, ya que de todas formas rememora más la brutalidad y explotación del Congo Belga. De cualquier forma, tiene una innegable calidad técnica e interpretativa. Coppola quería realismo puro y ante la dificultad de rodar en Vietnam por razones obvias, había agarrado a su familia y sus maletas para filmar en Filipinas. Al también mencionado hóstil clima del archipiélago, caluroso y húmedo como pocos, se agregó la aparición del huracán Olga. A pesar de todo, el fotógrafo Vittorio Storaro haría de tripas corazón y le otorgaría a la cinta un realismo visual absolutamente brillante, al igual que el sonidista Walter Murch quién aportaría con el audio para retratar esta pesadilla, quedándose con el Oscar al Mejor Sonido.
Las actuaciones son impecables, un reparto plagado de actores de carácter y otros que iniciaban su carrera y que terminarían siendo estrellas. Un joven Martín Sheen interpreta correctamente al Capitán Willard, un soldado con un pasado tortuoso que se convierte en un mercenario de su propio ejército, interpretación que le valió ser nominado al Oscar al Mejor Actor. Marlon Brando, convertido en una leyenda viviente tras “El Padrino”, encarnaría al desquiciado Coronel Kurtz, interpretando un personaje interesante y demencial. Robert Duvall personifica al demente Teniente Coronel Kilgore, en una interpretación destacable a pesar de desaparecer antes de la mitad del rodaje, con esa indiferencia escalofriante sobre la seriedad de la guerra versus su intención de surfear con un supuesto campeón juvenil, papel que le significó ser nominado al Oscar al Mejor Actor de reparto. Completan el reparto, Frederic Forrest Jr. como “Chef”. Un joven Dennis Hopper que interpreta al fotógrafo cómplice de la megalomanía de Kurtz. Scott Glenn encarna al Teniente Colby. Laurence Fishburne como el insoportable soldado novato “Clean” Miller. Sam Bottoms personificó al locuaz soldado Lance B. Johnson. Y un joven Harrison Ford como el Coronel Lucas.
En definitiva, estamos ante uno de los films bélicos por excelencia del séptimo arte, pero visto desde una perspectiva completamente diferente a la que Hollywood nos tenía acostumbrados en décadas anteriores. Tiene una función social tremendamente brutal. Aquí no hay héroes, tan sólo terror y destrucción, una odisea de hombres golpeados por un conflicto que nunca olvidarán.