"Amélie" es una entretenida y aclamada comedia moderna, dirigida por Jean-Pierre Jeunet y protagonizada por Audrey Tautou. Amélie Poulain es una joven camarera parisina que se dedica a hacer feliz a la gente a través de pequeños detalles, mientras su imaginación la hace olvidar su irremediable soledad, hasta que en una de estas misiones, cree haber encontrado al amor que tanto buscaba. Con un guión inteligente, escrito por el propio Jeunet y el novelista Guillaume Laurant, aunque no redondo ya que contiene algunas imperfecciones con momentos innecesarios y finales inconclusos en especial en las historias de los secundarios, Jeunet presenta una historia simple y agradable, que ahonda en la simpleza de las cosas, aquellos detalles que hacen que la intervención de Amélie en ciertas situaciones hagan la diferencia y carguen positivamente el destino de quienes la rodean. El primer cuarto de la película es, quizás, lo mejor. En narración en off, nos explican el porqué de la personalidad de Amélie, desde su solitaria infancia porque su padre creía que tenía una enfermedad de corazón (lo que a la postre era falso) hasta la "tragicómica" muerte de su madre al caérsele una turista suicida encima desde la cima de la Catedral de Notre Dame, hasta su independencia económica y su trabajo en la cafetería "Les deux moulins". Ambientada en el París de 1997, en concreto el día en que falleció Diana de Gales en un accidente automovilístico escapando de los paparazzi, un hecho aparentemente insignificante cambiará la vida de Amelié, aunque en la práctica será una decisión propia, ya que al encontrar un pequeño tesoro dejado por algún niño hace 40 años atrás, se propondrá encontrar a su propietario, para así regalarle una alegría nostálgica.
No obstante, hasta ese momento, su concepto de felicidad se concentraba en pequeños placeres como la sensación de meter la mano en un saco de legumbres, romper la capa de azúcar caramelizado de un crème brûlée, ver el rostro de la gente en la oscuridad de la sala de cine o cuántas personas tienen un orgasmo en un minuto determinado. A medida que la trama avanza, veremos cómo Amélie comienza a interferir de forma positiva en la vida de los demás, haciendo de "celestina" entre una compañera de trabajo y un cliente ardido por otro, recuperando juguetes perdidos en la infancia para otros que ya envejecieron, acompañando a ancianos jubilados que pintan o buscando al propietario de un álbum de fotografías de carnet desechadas de cabinas. Y es aquí cuando el desarrollo de la película puede enganchar o no con el espectador. Para quienes enganchan con la historia, Amélie es decididamente un ángel. Preocupada por la felicidad de otros y cambiando el rumbo de sus destinos, termina por sentirse realizada al ver que sus pequeños actos hacen felices a los demás, y no duda en "castigar" la injusticia (como cuando se "venga" del abusivo dueño de la frutería), pero se olvida de su propia felicidad. Sintiéndose como un bicho raro a la que le está negada la dicha, Amélie encontrará en lo absurdo la posibilidad de ser feliz, al encontrar un alma gemela, incomprendido, extraño y que al final, tras varios desencuentros con ella (que pueden desesperar, por momentos), termina por darle una lección a la propia Amélie para que salga a buscar su felicidad.
Para quienes no simpaticen, esta fábula urbana puede volverse insoportable por insistir en lo simple y a partir de ello recurrir a la fantasía, que puede parecer cursi, meloso y hasta ridículo. El guión insiste en poner a Amélie como un ser dulce e injustamente olvidado por el amor, pero se contradice un poco cuando hacia el final, el galán la obliga a jugársela. En fin, los momentos de humor de la película requieren de la complicidad del espectador que esté dispuesto a reírse, por ejemplo, de lo predecible de que el dueño de la frutería se lave los dientes con una crema anti hongos en lugar de pasta dental, o que el padre de Amélie crea que su gnomo de yeso viaja por el mundo y le envía postales desde diversos lugares. Los aspectos técnicos de la película son altamente destacables, comenzando por una excelente fotografía de Bruno Delbonnel, viva, brillante y natural, así como la dirección artística, a cargo de Aline Bonetto y Marie-Laure Valla, con cierto toque vintage y urbano de una ciudad como París que sigue siendo altamente seductora a pesar del paso del tiempo. La belleza urbana de la ciudad se disfruta en las locaciones muy bien escogidas como el café "Les deux moilins", la basílica Sacré-Coeur y la frutería "Épicerie Collignon". A nivel cromático, la cinta es un deleite para los sentidos. Resalta la presencia de los colores verde y rojo. El mundo que rodea a Amélie es de color verde, el color de la naturaleza, de la realidad. Mientras que ella se refugia en su casa donde predominan los colores cálidos y anaranjados que recrean una atmósfera segura. Otros colores que observamos son el azul que representa la bondad de Amélie, el amarillo que simboliza la niñez y el marrón que representa la soledad y la vejez del hombre de cristal. De la misma forma, conviene destacar ampliamente la música del film a cargo del músico minimalista y multi-instrumentalista Yann Tiersen con un armoniosa, contagiosa y positiva mezcla de violines, pianos y acordeones.
Las actuaciones son correctas, la presentación de los personajes es toda una declaración de intenciones. Mediante un travelling pasando de un plano general a un primer plano son presentados todos los personajes. Audrey Tautou es la estrella absoluta de la cinta, y resultará casi imposible no sentir simpatía por ella. Tautou tiene pocos diálogos, pero un interesante lenguaje gestual para reflejar simpatía o antipatía, felicidad o tristeza, convicción o duda, dependiendo del caso. Por su parte, Mathie Kassovitz interpreta al galán del film, un tipo extraño e introvertido cuyo desempeño resulta correcto, pero en ningún caso a la altura de Tautou. Los personajes secundarios, entonces, cobran importancia por cuanto son sus microhistorias, delirios y manías los que condimentan la trama y retroalimentan la razón de ser de Amélie. Tenemos a Dominique Pinon como el divertido Joseph. Al actor de origen marroquí Jamel Debbouze, el cual encarna al agradable Lucien. Y para finalizar, Isabelle Nanty en la piel de Georgette, entre otros.
En definitiva, entretenida comedia moderna y hasta cierto punto refrescante, a pesar de algunos momentos en donde insiste demasiado en lo simple. No obstante, invita al espectador a concentrarse en detalles cotidianos que pueden hacer de la existencia una experiencia gratificante. Barroca, romántica y muy surrealista, es un puzzle con estética de cómic, picados vertiginosos, contrapicados, colores falseados, dominancia del verde y aceleraciones propias de los video clips. Una película apta para todos los públicos, pero en el amplio termino al que se refiere esta expresión, no solo porque la puedan ver los niños. Sino porque la pueden ver, tanto el que va a pasar el rato como el que busca algo más en el cine y lee entre líneas, tanto los que buscan reírse como los que necesitan llorar.
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