Película española del 2022, de 120 minutos, de una valoración de 6/10, bajo dirección de Carla Simón y guión de Arnau Vilaro.
Ante este metraje te tiene que gustar el cine indie y el peculiar estilo de Carla Simón, en una crtica ante el medio rural envuelta en traje familiar, que aglutina el recuerdo y las sensaciones nostagicas interiores.
El gran valor del filme es, sin duda, la naturalidad y la sensación de constante realidad que emana de ella, lograda en buena medida gracias a la decisión de contar con un reparto de actores no profesionales que logran, a través de un cuidado trabajo de improvisación, darle un tono de realismo que se encuentra a medio camino entre el neorrealismo italiano y la corriente del cine mumblecore estadounidense. Este tono de realidad se mantiene durante todo el largometraje, recurriendo, además de a actuaciones sumamente naturalistas, a todos los elementos estéticos ya habituales del cine independiente contemporáneo, como puede ser el uso constante de la cámara en mano, diálogos entrecortados o largos silencios acompañados por planos estáticos que buscan captar un tono que se aleje de la cinematografía tradicional para capturar en su lugar el estilo propio del documental. La cinta evita el estructurarse narrativamente entorno a una historia rígida (si bien el argumento general de la pérdida de las tierras siempre está presente) y en su lugar la directora elige deambular entre las diferentes escenas de la vida cotidiana de los miembros de la familia con la idea de ofrecer un panóptico de la misma.
La narración, así pues, se divide en dos ejes claramente diferenciados: por un lado, la historia de Iris y los otros jóvenes, que se adentra en los aspectos más inocentes y mágicos de la vida en el campo, ofreciendo numerosas y entrañables perspectivas de la infancia en un contexto rural (desde los niños jugando en un coche abandonado simulando que es una nave espacial hasta los adolescentes que pasan por sus diferentes ritos personales de madurez); mientras que, por otro, el mundo de los adultos elige centrarse en la vertiente más social y política de esta historia, introduciéndonos en el mundo de las protestas del mundo agrario contra las crecientes dificultades del sector (algo que tristemente no puede pillar por sorpresa a nadie que siga las noticias últimamente), las tensiones ocasionadas por una inestable situación económica del sector primario o la transformación económica de estos espacios rurales y el consiguiente riesgo de extinción para una forma de vida tradicional que todavía lucha por sobrevivir.
La forma en que ambas perspectivas se manejan es idónea para mantener el equilibrio y presentar este estilo de vida con un rostro humano. La cámara siempre serpenteante logra capturar tanto los momentos felices como los tristes de una familia que de alguna manera representa a toda la España rural haciendo que sus ideas, nunca sutiles y en ocasiones demasiado evidentes, sobre los desafíos y los desequilibrios sociales siempre estén acompañadas de un drama humano que, lejos de ser manipulador, se siente honesto y, lo que es más importante, que comprende la realidad de estos personajes y del mundo que les rodea y que pretenden salvar. Así, la película no se limita a presentarnos el drama de un mundo que está en riesgo de desaparecer, sino que además nos introduce en su interior para que, al terminar el visionado, el espectador tenga una relación de empatía con él. Es inevitable aquí referirse al elemento parcialmente autobiográfico de la propia directora en la película, que sin duda es una pieza clave para lograr que nada de esta cinta se sienta forzado y todo fluya de manera natural.
Dicho esto, la película no logra tampoco evitar los vicios y limitaciones del cine independiente actual, como es el abuso de determinados estilos visuales como la ya mencionada cámara en mano o la mezcla de diálogos improvisados con planos largos estáticos. Este estilo, que por un lado refuerza el realismo de la historia, por el otro le arrebata a la cinta la oportunidad de tener una verdadera identidad visual y narrativa propia y se quede, como tantas otras películas recientes, en el limbo de las obras que se limitan a seguir los pasos y copiar el estilo de otros largometrajes anteriores sin llegar a proponer nada original o que se sienta artisticamente personal. Si bien en la película no escasean los elementos interesantes, tampoco hay nada que la haga destacar cinematográficamente y en ocasiones esta decisión de moverse conservadoramente sobre los raíles creativos del género sin arriesgar nada termina lastrando el conjunto. Es así que una película sostenida por un lado por el enorme carisma de su reparto y su entrañable premisa, por otro muestra sus costuras con una dirección que más parece querer tachar los diferentes ítems que, por parte de la crítica y la audiencia, se espera en una cinta de este estilo sin que en ningún momento se atreva a intentar crear algo propio y diferente. Tampoco ayuda a esto un guion que, aunque nunca pierde la perspectiva de lo que quiere contar, termina por deambular demasiado por lo cotidiano sin encontrar un rumbo fijo y que apuesta más por regalar una concatenación de momentos interesantes que en estructurarlos todos en una historia sólida.
Es cuando se tiene en cuenta esto que se entiende la paradoja de que la película ganara el Oso de Oro en el festival de Berlín pero no obtuviera ningún galardón a nivel individual (algo por otro lado muy habitual desde hace años en el festival de la capital alemana, que parece querer diversificar lo más posible sus premios), y es que si bien no hay ningún elemento que por sí mismo sea particularmente brillante en la película de Carla Simón, es en la forma en que todos ellos encajan de una manera coral donde logra destacar. Es por ello que estamos ante un largometraje en el que no hay ninguna escena que sea especialmente llamativa, ni un estilo de narrativa visual marcadamente personal o creativamente atrevido (aunque siempre eficiente y correcto), o un guion que la haga diferente o única, pero que se gana el corazón del espectador a medida que pasan los minutos y que uno se empapa de estos personajes llenos de realidad y de vida.