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    Las ilusiones perdidas
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    Gorf
    Gorf

    714 usuarios 171 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 8 de julio de 2022
    Narra la historia de un joven poeta de pueblo que acaba en Paris intentando ser famoso y rico pero sin una mente a la par. Muestra bien las emociones humanas, toda la historia es un carrusel de emociones, la unica que falta es la del amor por mucho que crean que la sienten cada personaje solo busca su propio interés. Lo que no me ha gustado es que es demasiado larga, hacia el final ya estas deseando que acabe
    BeniDolç Villaescusa
    BeniDolç Villaescusa

    122 usuarios 137 críticas Sigue sus publicaciones

    3,5
    Publicada el 8 de agosto de 2022
    Una obra la cual resulta intemporal porque retrata el estado permanente de la politica de forma atemporal, la contraposion de el matirialismo contra el idealismo trasnochado. Ayer, hoy o mañana, tanto da, cualquiera que atienda al relato se dará cuenta de que sociedad se mueve siempre muy parecida atraves de los tiempos modernos, siendo mordido siempre por los oportunistas.
    Las ilusiones perdidas es una de las novelas más contundentes de Balzac por cuanto en ella, el valor humano discute su visión de la sociedad con el energetico escritor. Se trata, por tanto, de una obra autobiográfica en la que su autor se desdobla en dos poetas. Uno, Lucien (Benjamin Voisin), de origen humilde, que olvida su arte para triunfar en la prensa sensacionalista de París, mientras el otro, Nathan (Xavier Dolan), vinculado a la nobleza, aspira al reconocimiento literario. Sin ceder a las trampas de la memoria o a la autoindulgencia, y esto es evidente en  Las ilusiones perdidas, el Balzac inmortal se deja juzgar por el Balzac mortal en la que medida en que este termina imbuyéndose del espíritu noble de Nathan; el único de los dos con autoridad y fuerza suficientes para invocar la belleza, y salvarse y salvar el mundo.

    En esta magnífico film Xavier Giannoli acierta de pleno al concentrar su atención sobre esta idea en lugar de empeñarse en reproducir la estructura formal de la novela, un culebrón folletinesco en un Paris de Luis Felipe I, último rey de Francia.

    El director de Madame Marguerite  (Marguerite, 2015) se aplica de manera impecable sobre la retórica de Balzac con el propósito de afinar una reflexión contemporánea en torno a las servidumbres del éxito social, el peso de la conciencia, la decadencia de la verdad y el valor del arte. Temas estos tan sustanciales en la época de Balzac –la Francia entre la caída del Primer Imperio y la Monarquía de Julio (1815-1830)– como en la nuestra, hecho que le permite a Giannoli colocar ante el público el espejo entre tiempos que lleva implícito todo drama de época. El cineasta galo no fuerza sin embargo las correspondencias entre el pasado y el presente, patentes, por otra parte, para cualquier espectador despierto, sino que articula esa clase de discurso universal, por la validez de su actitud ética y moral, que emana únicamente de la gran literatura.

    Para ello, Giannoli, Jacques Fieschi e Yves Stavrides adaptan con magisterio la técnica narrativa más representativa de Balzac: la descripción psicológica de personajes a partir de la contradicción entre sus vicios y su fortuna. La película discurre así ágil y ligera sobre un dispositivo cinematográfico en el que cada protagonista primero actúa —y luego se justifica. Uno apuñala y otro finge pedir perdón. La mentira, la deslealtad, la traición, la venganza, el cinismo, la hipocresía, el miedo y el autoengaño liquidan esas ilusiones perdidas que dan título a la obra de Balzac para, en su lugar, cultivar las semillas de la lucha de clases, la corrupción política, el despotismo, la miseria moral, la prostitución ética, la vulgaridad afectiva, la mediocridad profesional y el culto a las riquezas materiales. Insisto en que es sencillo para el público establecer paralelismos entre el universo inmoral de Balzac y el nuestro, en particular todo lo relacionado con la prensa y la política. Pero la fuerza y la solidez de esta película no provienen de ahí, sino de la agudeza conque relata el origen de esa inmoralidad. Ni más ni menos que la muerte del arte, el ocaso de la belleza.
    Novela y filme tratan la caída en desgracia de Lucien en los mismos términos, como lección moral necesaria para ilustrar una verdad arrolladora: no conviene engañarse a uno mismo. Aguarda la náusea.

    Las interpretaciones directamente te ponen a tono, desde el primero hasta el último de los personajes que van apareciendo y siendo participes de la trama y las subtramas en las que se va construyendo el film. Benjamin Voisin está irresistible en el papel principal, haciendo una interpretación antológica que va de menos a más. No obstante, se hace tremendamente difícil no decir lo mismo del resto del elenco, destacando el trabajo de Vincent Lacoste, el del enorme Xavier Dolan y el de la maravillosa Cécile de France, entre muchos otros.
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