"La Posesión" es un sorprendente y perturbador film de terror psicológico, dirigido por el controvertido director polaco Andrzej Żuławski. Berlín, años 80. Cuando Marc regreso de su trabajo como espía internacional, encuentra muy cambiada, perturbada y hostil a su esposa Anna. Luego de que la relación se vuelva insostenible y violenta y ésta le confiese que tiene un amante, Marc se embarcará en buscar respuestas que lo llevarán a descubrir una verdad monstruosa. A principios de los 80s, el polémico director Andrzej Żuławski encontraría finalmente cierta lucidez para expulsar sus demonios y embarcarse en su próximo proyecto cinematográfico, la cual terminaría por convertirse no sólo en su mejor película, sino en una de las experiencias de horror más impresionantes, angustiantes y subversivas de la segunda mitad del siglo XX. Żuławski se vería envuelto en un tormentuoso quiebre amoroso con la actriz Malgorzata Braunek, quien había protagonizado su legendario y prohibido film “Diabeł” y de quien se divorciaría en 1976. Durante este tiempo, la relación entre ambos se había deteriorado a tal punto de llevar a episodios de violencia física y psicológica que el director resumiría en la dramática experiencia de haber encontrado a su hijo de 5 años abandonado por su ex mujer y un estado de higiene deplorable, cubierto de mugre y mermelada.
No obstante, no es exagerado señalar que la concepción de la cinta se convirtiera en un verdadero exorcismo para el director, quien durante este difícil periodo no abandonaría sus pensamientos suicidas. De esta forma, sumergido en su propio infierno, Żuławski comenzó a escribir el guión basándose principalmente en su quiebre matrimonial e incorporando una serie de elementos narrativos, psicosociales y subtextos políticos que bien vale la pena detallar. En primer lugar, advertimos una ruptura inusual y especialmente violenta, que adopta un giro extremadamente desagradable hacia un colapso psicológico que recuerda a “Repulsion” de Roman Polanski y que se intensifica hacia alguno tipo de representación de surrealismo y horror biológico en la línea de “Eraserhead” de David Lynch. En segundo lugar, nos encontramos con la entidad diabólica que posee a Anna y Marc, la que se trata de una cruda metáfora de varios estados psicológicos alterados, en la forma de un monstruo pulpoide, que claramente remite al mundo pesadillesco de H.P. Lovecraft. De esta forma, está la psicosis de Anna, la conciencia inquisidora de Marc que no acepta la traición de su esposa y las tóxicas relaciones que estos tienen con personajes secundarios como Margie y Heinrich, amiga y amante bisexual de Anna respectivamente.
En tercer lugar, en tanto, es por eso que ambos crean un doppelgänger ideal de su pareja para tratar de escapar de la descafeinada y esteril relación amorosa que viven, ella creando un amante incansable que siempre está a su lado y él haciendo lo propio con una profesora que, además de amable y no pedirle cuestas de nada, asume mucho mejor sus triples labores de madre, esposa y trabajadora. En cuarto lugar, es posible identificar un ataque tan frontal como entre líneas a dos de las instituciones consideradas más sagradas por el Cristianismo Occidental: La Iglesia Católica y la familia, lo que le sumaría otro punto a su controversial estructura y mensajería narrativa. Żuławski recalca su emblemático ateísmo dejando una vez claro que Dios no existe que se refleja en la construcción y consolidación de esta deidad monstruosa a la cual Anna rinde culto en cuerpo y alma pero que no es más que el fruto de la brutal crisis matrimonial con Marc que bebe directamente de “The Brood” de David Cronenberg e inspira a la futura “Antichrist” de Lars von Trier. Por otra parte, el director enrostra a esta sociedad cínica y amoral la evidente vulnerabilidad moral y valórica de la familia como ente social, a través de la violencia intrafamiliar, pero especialmente el abandono a Bob.
Las actuaciones son extraordinarias e impactantes de la mano de una inmensa Isabelle Adjani y un eficiente Sam Neill. La talentosa actriz francesa nos regala una impresionante, desgarradora y perturbadora interpretación donde se refleja en varias secuencias notables de histrionismo y manejo de contención y liberación de emociones, De hecho, gracias a su doble interpretación de Anna y Helen, obtendría el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes de 1981 y al César en la misma categoría, sin embargo, se traduciría en una experiencia traumática y agotadora. Por su parte, el joven y desconocido actor neozelandés Sam Neill ofrece uno de sus mejores trabajos interpretativos como Marc, esposo de Annam. Neill interpreta a un personaje que lejos de parecer una víctima ante la infidelidad de Anna, se muestra tan obsesivo, manipulador y violento, tan alterado e inestable como su esposa y que no encuentra, a pesar de sus poco acertados intentos, el camino que le permita acercarse nuevamente a su esposa. El resto del reparto lo completaron Heinz Bennet como el drogadicto y bisexual amante de Anna. Margit Carstensen encarna a Margit Gluckmeister como la mejor amiga de la mujer. Johanna Hofer como la madre de Heinrich. Carl Duering es el Detective. Y Shaun Lawton como Zimmermann.
En definitiva, una verdadera experiencia tan grotesca y enfermiza como fascinante y surrealista que debe estar entre las más honestas, poéticas y extremistas formas de horrorizar y perturbar. La diversidad de géneros que la película abraza, desde el horror y el terror, pasando por el suspenso y el drama, hasta la fantasía y el surrealismo más extremo la convierten decididamente en una experiencia tan alucinante como perturbadora. Donde dentro de todo simbolismo, habrá espacio para explorar la literalidad de la muerte, del amor en la metáfora, de la infección de la locura como principal vehículo narrativo de esta experiencia cinematográfica, que incluye varias señales inequívocas de estados emocionales enfermizos y convalecientes.
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