Película australiana del 2021, de 128 minutos, con una valoración de 7/10, bajo dirección y guión de Jane Campion.
Ante poder competir en los proximos Oscars. El poder del perro bajo mi perspectiva personal me atrevo a exponer, que más allá de ofrecer la fuerza natural de una directora que descubre su resistencia y furia mediante, el poder emancipador de la sexualidad, en una atenta observación de la psicología viril, bien sea enmascarada de ocultos y aceptados modales, o bien en forma de desbordante carnalidad. La dirección encuentra el modo de desarrollar este trabajo sobre los rigores de la imposición del machismo, ante un personaje que desafía el arquetipo del cowboy rudo en el arte del rodeo y la castración taurina ocultando su homosexualidad bajo capas de hostilidad forjadas sobre sus víctimas.
No hay en este metraje ánimo revisionismo, ninguna estrategia preconcebida para reenfocar un western caduco y manoseado en cliches, como para mandar un mensaje entrelineas desde el crepúsculo de sus dioses.
La trama solo sirve para potenciar el peso de un machismo agonico y asfixiante ante personajes que lo practica con orgullo y vergüenza clandestina, como para el que lo sufren de forma explicita.
El poder del perro, se presenta como un western de gran lirismo, bellos paisajes y profundos silencios, pero también como un análisis de los personajes que retrata, llenos de miedos, terrores, ansiedad, secretos, identidades, instintos reprimidos y recuerdos. Su belleza y su agudeza es tan fuerte que sin duda obtiene una alta nota general.
Su directora no es una experta en el tema del fair west, con sus normas, códigos, y estética. Es su primer trabajo en este genero, y en que lo protagonicen hombre, pues su filmografía esta basada de papeles femeninos, asi como en series tv, afrntando este reto tras doce año de su ultimo largometraje.
Sin embargo Campion demuestra en esta cinta, una adaptación fiel de la novela homónima de Thomas Savage escrita en 1967, poseyendo la capacidad suficiente para captar la crueldad y la dureza del puro oeste de Arizona de 1925.
En esta ocasión, trabaja con un elenco que funciona a la perfección y sincronía, como si fuera el mecanimo de un reloj suizo, y que encabeza un brillante Benedict Cumberbatch, verdadero epicentro de equilibrio de esta historia.
La directora ofrece en la segunda parte del metraje, la posibilidad de un vínculo con este hombre despreciable mostrando en canal su vulnerabilidad. No es una enfique fácil, porque se produce a través de una relación casi sadomasoquista con Peter, el reflejo de todo aquello que, en apariencia, Phil detesta de su mismo sexo y en secreto interno más desea. A medida que esa relación se consolida, este western queer, se vuelve más constringente y abstracto, como si los oscuros interiores del rancho en el que se consume en la misantropía de su protagonista, se contagiaran de miedo y temblor a los grandes espacios que ya no son de conquista sino de terror.
Es aquí donde Campion demuestra estar solida en los elusivos misterios del deseo, que aproximan a dos hombres que parecen estar fuera del mundo, hablando en un lenguaje secreto que huele a muerte, tan extraño y sugestivo como la disonante banda sonora de Jonny Greenwood que envuelve con maestria las imágenes de esta extraordinario film.
Tampoco hay que desmerecer el trabajo de Kristen Dunst, una mujer viuda que arrastra una tristeza agónica casi endémica. Son sus duelos interpretativos, sutilmente tan crueles y tan verídicos, probablemente lo más interesante de esta historia, que deja un poso amargo del que cuesta deshacerse. Ella, una antigua pianista de cine; él, un virtuoso de la velocidad al tocar su banjo.
De estos enfrentamientos y de la poca misericordia que muestra el personaje de Cumberbatch nacerá, sin embargo, una amabilidad, simpatía y entrega inaudita que dará un vuelco en los espectadores, preparados probablemente para un desenlace diferente. A partir de aquí, el western de Jane Campion se muestra más complejo, más terrenal, más humano y más verdadero.
El mayor acierto es llevar de la mano al espectador a las mentes de los personajes que presenta. Sin apenas acción, sin grandes acontecimientos, Jane Campion consigue en El poder del perro mostrar el lado más oscuro del humano y convertir el filme casi en un thriller en el que contener el aliento a medida que se suceden las imágenes. Todo ello, con unos paisajes evocadores, majestuosos y apabullantes, que guarda los inconfesables deseos de unos rancheros en la dureza del profundo Oeste y el como se trasmite el sentimiento inconfesable.