El cine de Tom Cruise viene adoleciendo desde hace bastantes años de un problema: es un actor que entiende de cine y quiere hacer cine comercial, pero se ha olvidado de que las películas suelen fracasar cuando se utilizan como vehículos de su exclusivo lucimiento. A Cruise le está pasando ahora lo que en cierto modo le ocurrió a Stallone y Schwarzenneger: ellos eran los vehículos exclusivos de lucimiento hasta que al coche se le empezaron a ver los abollones y las raspaduras. Y no estamos hablando aquí sólo de la edad.
La mejor película de Cruise es sin duda Colateral, donde comparte el protagonismo con el mejor actor negro con permiso de Samuel L. Jackson y Denzel Washington: Jamie Foxx. Cruise está espléndido como asesino precisamente porque tiene su contrapeso en el papel del taxista honesto y de principios que tan bien encarna Foxx. En Oblivion, desgraciadamente, no encontramos el necesario contrapeso a Cruise por ninguna parte. Las féminas son olvidables, meros cartón piedra, y no dejan huella. Y el gran Morgan Freeman parece una caricatura de sí mismo, escasa su aportación.
Cruise piensa que devorando cada plano en la pantalla potencia la película, pero nadie le ha explicado que su ego puede ser un plato picante que a la larga le sienta a uno fatal. Oblivion no es una mala historia. La arquitectura del guión en el primer y el tercer acto son ciertamente originales, dentro de lo original que puede ser una historia de ciencia ficción que bebe de 2001, Alien, Star Wars y las máquinas asesinas de Terminator. El problema aquí es que Cruise no deja espacio para que respire el resto. Y si encima añadimos la endeblez de su relación con la antigua mujer con todos los clichés añadidos que rayan en la cursilería –la casa en el lago, te quiero, muac, envejezcamos juntos, etc etc–la película se desliza peligrosamente hacia la nada.
E insisto: Cruise no me parece un mal actor. En absoluto. Elige bien a los directores. Kocinski imprime un sello visual fascinante –lo mejor del filme son las naves, sin duda lo más original–pero la gran estrella no se da cuenta que si agota todo el oxígeno de su pecera el resto de los peces se mueren, por lo que contemplamos un estanque sin vida, en el que Cruise nada vigorosamente para ocupar todo el espacio sin darse cuenta que nos aburrimos de verle sólamente a él.
Stallone se dio cuenta cuando se rodeó de excelentes actores, como en Cop Land, y cede algo de protagonismo a Jason Momoa en Una Bala en la Cabeza (de manera insuficiente, a mi juicio), mientras que su contrapeso, ese actor asiático del que no recuerdo el nombre, resulta un soseras de categoría. Y Schwarzenneger, a pesar de su ultimo fiasco en taquilla como es The Last Stand (El Último Desafío), sí supo dar protagonismo a sus secundarios, quienes enderezan una película que es mucho mejor de lo que se dice por ahí.
Así que esperemos que Cruise no se empeñe en suicidarse al seguir el camino de yo-yo-y-solo-yo-abran-paso. Sería una pena. Cosa que parece que a Will Smith le encanta en su ultima película After Earth –de la que no me espero mucho– pretendiendo meternos a su hijo como el adolescente del siglo. Señores estrellas con carisma: dejen espacio a los demás y ocupen el suyo. El talento se aprovecha mucho mejor.