"La manera en la que haces algo es la manera en la que lo haces todo". Si hay una frase en la que se puede resumir el trabajo de Stahelski, es esta. Cuatro años después del estreno de la tercera película de la saga “John Wick", Stahelski nos trae el cierre a la saga, el cual no deja indiferente a nadie.
Un gran porcentaje del público se quedó fascinado tras el estreno de la primera película de la franquicia. Sin embargo, nunca nadie hubiera imaginado el fenómeno en el que se convertiría la saga John Wick tras el estreno de cada largometraje.
En esta última entrega, Chad Stahelski alcanza su culmen como director dentro de esta franquicia y posiblemente dentro de toda su filmografía. Este largometraje está dirigido con un cariño inconmensurable al cine de acción. Constantemente encontramos referencias al cine japonés o al western más clásico.
Toda la pasión de Stahelski por el cine de acción se encuentra plasmada en la producción del propio largometraje. La fotografía de este filme es digna de análisis. Esta se ve considerablemente enriquecida por la diversidad de escenarios (Berlín, París, Osaka...) y por los grandes planos secuencias en las escenas de acción. Dichas escenas se caracterizan por su larga duración, algo que en un primer momento podría rozar lo excesivo para algunos espectadores. Sin embargo, estas escenas están lo suficientemente bien grabadas como para dejar al espectador con ganas de más.
Cabe destacar el larguísimo plano secuencia cenital en el interior de un edificio que puede recordar a videojuegos clásicos como “Metal Gear”, o el plano secuencia en el Arco del Triunfo, que utiliza una mezcla de planos medios y planos cortos para mostrar la acción desde diferentes perspectivas dejando atónito al espectador intentando asimilar la cantidad de acción, violencia y estrés que se muestra en la gran pantalla. Un último aspecto digno de recalcar, relacionado con la fotografía, es el uso del color. A través de este, constantemente se hace referencia a entregas anteriores y se utilizan colores como el verde, rojo y azul para reflejar los propios vínculos entre personajes. La fotografía también posee cierta simbología en algunas escenas, como la de la conversación en el museo entre el personaje del Marqués y Winston, en la que, a través de la presencia en pantalla de cuadros como “La libertad guiando al pueblo” de “Eugène Delacroix” o “La Balsa de la Medusa” de “Théodore Géricault” nos dan pistas de las intenciones y de los posibles desenlaces de los personajes.
En cuanto a la trama, podríamos decir que esta es la película que menos "historia" tiene dentro de toda la franquicia. Sin embargo, no es uno de los grandes problemas del largometraje, ya que la base argumental del filme es lo suficientemente sólida como para dar pie a las escenas de acción. En cierto modo, podríamos afirmar que el minúsculo hueco dejado por la ausencia de un poco más de trama es rellenado por la propia acción y la espectacularidad de las imágenes mostradas en pantalla.
Como es costumbre en la franquicia, la banda sonora de Tyler Bates sigue teniendo la esencia de la saga gracias al tema principal, añadiendo otros temas para ciertos personajes.
Al igual que en las anteriores entregas, Keanu Reeves luce nuevamente como uno de los mejores actores del cine de acción al ponerse el traje de nuestro asesino favorito. Pese al poco diálogo que posee su personaje en esta entrega, tiene una presencia en pantalla que pocos actores son capaces de lograr. Este despide a su personaje por todo lo alto. Al igual que Keanu, el villano de esta película conocido como “El Marqués”, interpretado por Bill Skarsgård, es otro gran acierto del filme. Su puesta en escena, su maquiavélica personalidad y el peligro que este supone son motivos de sobra como para calificarlo como el antagonista más sólido de toda la saga. También cabe recalcar la presencia de actores conocidos dentro de la franquicia como Ian McShane, Laurence Fishburne o el recientemente fallecido Lance Reddick. Al reparto anteriormente mencionado se unen caras nuevas que le dan un toque de frescura a la saga. Dentro de estos destacan Donnie Yen haciendo de uno de los personajes más carismáticos de toda la saga, Hiroyuki Sanada y la corta pero intensa aparición del gran e irreconocible Scott Adkins.
En lo que a mí respecta, “John Wick 4” es una película más que necesaria. Esta ha conseguido plasmar la verdadera esencia del cine de acción sin necesidad de seguir ciertas tendencias dentro de las últimas entregas del género. Es una película honesta, la cual otorga lo que promete desde un principio de una manera elegante y entretenida.
En conclusión, "John Wick 4" es una película consciente de sí misma, llegando a veces a la autoparodia, y pese a sus tres horas de duración no se hace larga en ningún momento gracias a su ritmo fluido en sus largas set pieces. El exceso a lo largo de toda la película es lo que le hace destacar frente a sus hermanas. Es un cierre perfecto a la historia de John Wick y un posible inicio para contar historias de nuevos personajes introducidos en esta entrega.