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    El hombre del Norte
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El hombre del Norte

    Subiendo la escala a espadazo limpio

    por Alejandro G.Calvo

    Con solo dos películas en su haber: La bruja (2015), una de las cumbres del terror contemporáneo, y El faro (2019), una pesadilla expresionista que mezclaba en un salto sin red terror y comedia bruta, el cineasta norteamericano Robert Eggers da el salto a las grandes superproducciones (90 millones de dólares) de la mano de Universal y Focus Features con El hombre del norte, una película de vikingos -¡gran subgénero que nos ha dado películas de la talla de Los vikingos (1958) de Richard Fleischer o La furia de los vikingos (1961) de Mario Bava!-, que cruza el folk horror más lisérgico -hay mucha brujería e iconografía pagana absolutamente deliciosa- con la violencia más salvaje y gore que uno se pueda llevar a la cara (algo realmente poco habitual en los blockbusters norteamericanos).

    El cineasta la ha definido como un cruce entre Andrei Rublev (1966) de Andrei Tarkovsky y Conan el bárbaro (1982) de John Milius, una definición tan atrevida como acertada, a la que habría que añadir algo del nihilismo bruto de una de las joyas del género como es Valhalla Rising (2009) de Nicolas Winding Refn.

    DE QUÉ VA 'EL HOMBRE DEL NORTE'

    El hombre del norte es una historia de venganza clásica ancestral de la literatura nórdica. Tanto es así que dicen que inspiró a Shakespeare para su Hamlet (1603), de ahí que el protagonista, Amleth (Alexander Skarsgard), sólo cambie una hache de sitio en su nombre. La raíz shakesperiana, en la línea de Trono de sangre (1957) de Akira Kurosawa, donde también se mezclaba las traiciones familiares y los asesinatos descarnados con el horror brujeril, es clara en la película de Eggers, donde el protagonista buscará saborear la sangre de su tío Fjölnir (un buen Claes Bang), responsable del asesinato de su padre (Ethan Hawke) y nuevo marido de su madre (Nicole Kidman, pocas veces tan aterradora como en esta película).

    Focus Features LLC.

     El hombre del norte llega a las pantallas no sin polémica, tras las quejas del realizador por la injerencia de la major a la hora de realizar cambios sobre el corte final, al parecer, tras no haber funcionado del todo bien los “test screenings” realizados. Posición que el mismo Eggers ha debido aclarar esta misma semana diciendo que dichos cambios, al final, han mejorado la película al hacerla más accesible. Como no tengo ni la más remota idea de qué significa toda esa cháchara, vamos a hacer oídos sordos a la algo desastrosa campaña de marketing de la película (posters promocionales inclusive) y centrarnos en el resultado final que sí hemos podido ver.

    Y, visto lo visto, creo que El hombre del norte, incluso aún más que Dune (2021), es uno de los blockbuster de autor más brutales, a contracorriente y suicida que se hayan podido ver en pantalla grande. Eggers cambia de escala pero lo hace sin dejarse nada por el camino de aquello que convierte su cine en tan excitante y aterrador.

    Jugando entre la abstracción, como digo, con una contundente iconografía terrorífica vikinga -la labor de documentación histórica y artística ha debido ser tremendamente exhaustiva-, y la fisicidad más visceral y gutural que uno pueda llevarse a la cara -es incontable el número de desmembraciones vistas en la película-, Eggers buscar que su Hamlet tenga fuertes raíces dramáticas -qué bien le sienta a la película el contrapeso romántico con el personaje de Anya Taylor-Joy- que luego no duda en solucionar con sólida densidad emocional y un placer por el gore analógico que hace que todas las películas de super-héroes por comparación parezcan Peppa Pig.

    La película, claro, no deja de ser algo realmente extraño, pero extraño en la línea de la sublime El caballero verde (2021) de David Lowery: una puesta en escena magnífica, entre lo alambicado y lo brutalmente directo, en una narración que avanza sin miedo hacia el fatalismo existencial. Ojalá la taquilla responda a tan arriesgada propuesta.

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