Película española del 2021, de una duración de 100 minutos, con una valoración de 6/10, bajo dirección de Alex de la Iglesia y guión de Jorge Guerra a Echevarría. Thriller critica social.
Ante el reconocible estilo de la Iglesia, el director bilbaino asume riesgos para rodar en Venecia. Ante un slasher mezclado con un mensaje social de antiturismo, que intenta ir más allá de lo que se espera de un festín hostel de sangre.
Veneciafrenia es el primer título del sello The Fear Collection, una antología de películas de terror que han surgido del acuerdo de la productora Pookepsie Films (de Alex de la Iglesia Y Carolina Bang) con Sony Pictures Entertainment Iberia y Amazon Prime Video España.
El largometraje respira verdadero afan por el el subgenero italiano giallo en una cinta que, lamentablemente, se aleja de los estándares de calidad a los que nos tiene acostumbrados, sobre todo cuando rueda en espacios abiertos.
A eso se le suman las máscaras, las caracterizaciones de los personajes y el férreo control de los espacios cerrados para crear atmósferas inquietantes, pero también para componer planos preciosistas y recargados en los que se funde la tradición y lo transgresor. Venecia se presta mucho a este mix y sirve de marco ideal para la acción.
La película tiene muchos problemas: de montaje, de etalonado e incluso de verosimilitud en las interpretaciones principales. Y la principal razón de todo ello es que el director no está en su medio y se le denota. Es fácil deducir las dificultades derivadas de una ambientacion tan poco adecuada para llevar a la práctica un guión tan ambicioso.
En un mundo en el que impera el espectáculo y la mirada vicaria de la tecnología, vemos cómo un par de turistas son masacrado ante una multitud que aplaude, pensando que lo que ven no es otra cosa que una representación publica. Pura critica astracta en la que cada día somos más esclavos del móvil, al punto de que nos vuelve miopes, confundiendo la realidad con el espectaculo de la indumentaria y las mascaras.
Pero éste es solo uno de los recordatorios que Veneciafrenia tiene para nuestras conciencias... el que impera y guía la narración es el de la denuncia del turismo "de consumo", del que por cierto es un tema de actualidad. Ciudades devoradas y devastadas por hordas humanas a la caza de la foto de rigor pero que ni comprenden ni parece que quieran comprender lo que ven.
Al final, el horror que propone la historia no tiene tanto que ver con las muertes truculentas o con la hemoglobina implicada en el proceso, sino con la realidad más tangible y menos fantasiosa.
El metraje redonda ante una trama un tanto confusa, con escasa solidez. Pero sí que cuenta con suficientes atractivos como para hacer de ella una propuesta diferente y arriesgada, que ya es mucho decir en una industria en la que se hacen demasiadas fotocopias.
Y por supuesto un entretenido thriller para un bajo presupuesto en el que se encuadra del cine español, comparado y quedando por encima de estadounidenses producciones de mayor desembolso,
Puede que sea endeble en su narrativa para presentar un sello de nuevo cuño al que le falta desarrollo, y fácilmente siendo la cinta menos solvente del director, mas hay que reconocerle el mérito de haber salvado muchísimos obstáculos y haber reunido el talento necesario para llevarla a puerto, con una aceptable puesta de escena, ante un exquisito slasher con una estética retorcida, grotesca y seductora
Sobra decir que los personajes están perfectamente retratados desde el guion y fantásticamente interpretados por los actores protagonistas de un frivolo grupo friki y caprichoso en búsqueda de desenfrenada fiesta, siendo presa facil para la locura del turismofobia de una ciudad víctima de si misma. Ingrid García Jonsson encandila con su papel protagónico y lo llena de matices,
Alberto Bang resulta especialmente divertido con un personaje que podría haber causado hartazgo en el espectador.
Silvia Alonso se convierte en la perfecta compañera de aventuras de Jonsson.
Consimo Fusco, que se come la pantalla con cada aparición derrocha carisma en su juego de máscaras y sangre. Es precisamente este último quien parece estar a punto de convertirse en el nuevo actor fetiche de Álex, porque parece nacido para meterse en la piel de los villanos que pueblan las películas del director.
Una de las críticas recurrentes a las obras de Álex de la Iglesia precedentes es que se le suelen ir de las manos los desenlaces por llevarlos a clímax megalómanos, aquí el espectador se dará de bruces con una sorpresa inesperada: la película se resuelve de forma taxativa y casi diríamos que poética.