Juegos de poder subacuáticos
por Nestor HidalgoKathryn Bigelow basó una de sus películas más testosterónicas hasta la fecha en la accidentada trayectoria del primer submarino nuclear soviético, el K-19. En 1961, una fuga en el sistema de refrigeración estuvo a punto de provocar una detonación nuclear, que finalmente se evitó gracias al empeño y dedicación de la tripulación por enfriar el reactor, lo que acabó costándoles la vida a causa de la radiación. Harrison Ford interpreta al capitán Alexei Vostrikov y Liam Neeson es su oficial ejecutivo Mikhail Polenin, cuya relación asentada sobre años de amistad y compañerismo empezará a resquebrajarse debido a una serie de decisiones equivocadas que el primero toma como fruto de los nervios durante la primera misión del K-19.
Si algo permite la película es establecer un campo de pruebas perfecto para medir la capacidad interpretativa de ambos actores, evidenciando las diferencias entre la aproximación visceral y física de Ford frente a la mayor introspección y contundencia de Neeson. Junto a la gozada de su batalla dialéctica no hay que olvidar la camadería y retrato profesional del resto de la tripulación, herencia que Bigelow recoge del mejor Howard Hawks y que ha sabido cuidar y potenciar a lo largo de su carrera, cada vez de manera más personal.
A favor: La opresiva fotografía de Jeff Cronenweth consigue reflejar muy bien la tensión claustrofóbica del interior del submarino.
En contra: Escuchar a Harrison Ford o Liam Neeson haciéndose pasar por oficiales militares soviéticos hablando en inglés con acento. Cosas de Hollywood.