'Fly me to the moon'
por Alejandro G.CalvoRichard Linklater. Maestro del cinematógrafo desde hace, como mínimo, 30 años. Uno de los grandes cineastas del “cuándo” (como Welles, como Ford, como Spielberg) y no del “dónde” o del “qué”. Es el gran retratista del tiempo del cine contemporáneo, tanto por su evocación de un tiempo pasado definido, casi diría espiritualmente, a la perfección -Movida del 76 (1993), Todos queremos algo (2016)- como por el seguimiento de personajes/actores a lo largo de los años midiendo a la perfección como el paso del tiempo ha cambiado sus vidas, física y emocionalmente -Boyhood (Momentos de una vida) (2014), la trilogía compuesta por Antes de amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013) y cuando en (2017) recogía a los protagonistas de la película de Hal Ashby El último deber (1973), cuarenta años más tarde-. Ahora llega a Netflix directamente con la magnífica Apolo 10 ½ una infancia espacial .
Tercera aproximación de Linklater al cine de animación rotoscopiado -rodaje con actores reales que luego son capturados en stop-motion y animados digitalmente- tras las magníficas Waking Life (2001) y A Scanner Darkly (2006), Apolo 10 ½ es una película sobre la memoria fascinada, sobre la fabulación absoluta de los recuerdos.
El protagonista, el joven Stan, de 10 años, vive en un suburbio residencial en las afueras de Houston -como el propio Linklater- a finales de los años 60. El hijo pequeño de una gran familia, fabulador exquisito y atento cronista de su época, Stan cuenta como la NASA decidió contar con él para ejecutar un viaje tripulado a la luna -”han construido un módulo lunar demasiado pequeño”- antes de que el Apolo 11 tripulado por Neil Armstron, Buzz Aldrin y Michael Collins emprendiera su primer e histórico viaje. La mentira como excusa para adentrarnos en un lugar y tiempo concreto -parece de viajes espaciales pero en realidad Apolo 10 ½ va de viajes temporales- cuando a los cinco minutos de película, Linklater rompe la cadera al espectador para pasar a hacer un documental animado ultra detallista de un tiempo perdido.
Con una voz en off de corte proustiano (y entonación de Jack Black) Linklater pasa a dedicar 50 minutos de película a retratar al detalle ese tiempo y lugar vivido en su juventud donde importa cada color de ropa que visten, cada sabor de helado que toman, cada atracción del parque a la que se suben.
Es un retrato pluscuamperfecto del entonces, sin caer en directrices narrativas melodramáticas o exageraciones románticas de carácter dramático, la película es un relato literario en imagen animada que define a la perfección el tiempo que cuenta: el american way of life cuando la tecnología avanzaba a pasos agigantados -ahí hay una rima magnífica con nuestro presente-, los movimientos sociales, la guerra de Vietnam, los asesinatos de los Kennedy, la fascinación por la carrera espacial, la amenaza atómica… y, claro, toneladas de cultura pop que son un auténtico festín para el espectador melómano, desde la televisión (series y programas), los juegos de mesa, la música -definir a la perfección qué se sentía cuando empezaba a sonar un disco de los Monkees- y, claro, el cine, desde Sonrisas y lágrimas (1965) a 2001: Una odisea del espacio (1968) -vaya bofetada le da a Belfast (2021) a cada momento-.
Linklater te transporta cadenciosa y fluidamente a través de sus imágenes en un viaje, que si bien no es espacial, si es bellísimo y emocionante, sarcástico y romántico a partes iguales. Haciéndote partícipe de una vida que, sin ser la tuya, te la hace perfectamente reconocible.
Y en mitad de todo ello el joven Stan soñando con viajar a la luna mientras no logra derrotar al sueño cuando Neil Armstrong está a punto de dejar su huella en la superficie del satélite. Qué película tan maravillosa ha hecho Richard Linklater ¡por Dios!
De qué va la Apolo
1969. Está a punto de hacerse historia. El hombre va a pisar la Luna por primera vez. El filme de animación narra dos versiones de la misión Apolo 11 desde diferentes ojos. Una de ellas es la de los astronautas y del control de la misión sobre el momento triunfal. La segunda es desde la mirada de un niño que vive cerca de la NASA y que como millones de niños está viendo la misión por la televisión, pero que en secreto sigue una misión encubierta.